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Este es un humilde sitio donde podré difundir también mis escritos. Volcaré semanalmente algunos de mis cuentos editados e inéditos para que la gente pueda disfrutarlos.



Espero les agrade.








jueves, 31 de marzo de 2022

Coleccionista

 Crisis económica 2001/2003

 

-          ¿Sabés una cosa Franjita?

-          ¿Qué pasa Flaco?

-          Vino un tipo el otro día fanático de Racing, y me dijo que coleccionaba camisetas de fútbol.

-          Mirá que bien, un lindo hobbie tiene el hombre.

-          Sí viste, un poco caro, pero un hobbie nostálgico.

Hay coleccionistas de muchas cosas, numismática, filatelia, marquillas de cigarrillos, ceniceros, pero este fiel futbolero coleccionaba camisetas de fútbol.

 

Cien años de historia, una multitud de ilusiones en un atuendo antiguo.

Recuerdo como si fuera hoy, el comienzo de la racha negra. Yo era un pibito de seis o siete años. La vieja cancha de Platense, alambrado con rombos hasta allá arriba donde empezaba el alambre de púas. Allí juntos, el abuelo Juan, el tío Alberto, mi viejo y yo. Como siempre, la familia unida por la pasión futbolera de cada domingo, porque el fútbol era domingo...Como ir a misa.

 

-          Mirá Flaco...

-          Una reliquia Franjita. ¿De dónde la sacaste?

-          Tiene una historia increíble. ¿Te gusta?

-          ¡Y cómo no me va a gustar...! Es hermosa.

-          Viste Flaco, de piqué, con cuellito y bolsillo.

Las camisetas de antes eran así, un atuendo para el jugador y para la gente. No como ahora que las camisetas, son espacios publicitarios para mejorar los ingresos de cada club.

La de Ríver era blanca con la banda roja (sí, la que le cruza el alma). La de Boca era la tradicional azul oro con la franja horizontal. La del “Rojo” era roja. La de San Lorenzo azulgrana, la del “Globo” blanca con vivos rojos, la de Platense blanca con la franja horizontal marrón y así todas. Cada equipo respetaba sus colores, su identidad.

Había una camiseta titular y otra suplente.

 

Me acuerdo como si fuera hoy, bien pegaditos al alambrado. Mirando el partido de reserva. No había gran cantidad de público, simplemente porque era el último partido y no jugaban por nada... bahh... no jugaban por nada es una falta de respeto. Jugaban por la camiseta. Tengo una vaga idea que en ese partido atajó Ataúlfo Sánchez. Un arquero que me quedó grabado más por lo simpático del nombre, que por su trayectoria. Jugaba el “Topo” García Sangenis, Carlitos Squeo, “Cucaracha” Sánchez y él. El número nueve.

 

-          Che Franja...

-          ¿Qué?

-          ¿Y el número?

-          Tenía el número nueve de cuerina.

-          ¿Cómo de cuerina...?

-          Sí Flaco, de una especie de cuerina muy finita.

-          ¿Y qué iban pegados?

-           No, cosidos en el borde. Los profesionales, lo cosían por dentro con máquina de coser y las viejas de los pibes del barrio, le daban una puntada a mano por afuera.

 

En cada partido final, los jugadores intercambiaban camisetas o se las ofrendaban a los hinchas y cuando digo se las ofrendaban, era así, textual. Buscaban a un hincha en la tribuna poblada y le regalaban la camiseta. Y nadie osaba sacársela. No era como ahora que se matan por una camiseta y después la venden. Si se choreaban una “Pintier” era para jugar en el barrio. Hoy se roban una Nike de doscientos pesos y la venden por dos mangos.

Y como era el último partido del año, sabíamos que si apuntábamos bien, quizá ligáramos una celeste y blanca original. Y ni bien asomaron por el túnel, el viejo empezó con los gritos... Changooooo... Changooooo.

 

-          Che Franja...¿Quién era el nueve?

-          El “Chango” Cárdenas.

-          ¿Qué? ¿Esta camiseta era del “Chango” Cárdenas...?

-          Sí Flaco, del mismísimo “Chango”, el del misil al Celtic.

-          No lo puedo creer. Si la ve el muchacho que vino el otro día, se vuelve loco.

-          Es como la que usó en el “Centenario”, aquel 4 de Noviembre.

 

Changoooo... Changooo, gritaba el viejo a toda voz. Y el “Chango”, que gira la cabeza, mira la tribuna y se sonríe ante el pedido.

Changooo... vení, vení. Gritaba mi viejo.

¿Qué va a venir? —Pensaba yo en silencio— Mirá si el “Chango” va a venir hasta el alambrado. Mirá si él, el más famoso en esa época, va a venir a pedido de mi viejo.

Y aunque es de no creer... vino.

 

-          Che Franja, ¿y por qué no tiene el número y está así apolillada?

-          No es apolillada, por favor, si la cuido como un tesoro.

-          Pero está hecha pelota.

-          ¿Sabés por qué?

-          No.

-          Porque la usaba. Porque el que me veía con la camiseta del “Chango”, con el nueve en la espalda, me ponía de centrodelantero.

-          Ahhh, claro y así jugabas siempre.

-          Y sí, vos me viste jugar... Si no fuera por la camiseta del “Chango”, más de una vez me hubiera quedado afuera de algún partido. Pero tenía la nueve y ahí jugaba de "centrofóbal", hasta que se daban cuenta que era un tronco.

 

El  ídolo que se dignaba a venir hasta el alambrado y mi viejo que le dice: “Chango”, le das la camiseta a mi pibe. Él se rio y le dijo: - Que se quede acá, que cuando termina el partido, se la regalo. Creo que de los nervios el partido no me importó. Platense nos bailó y a mí la verdad, me importó poco. Si mal no recuerdo, fue cuatro a dos y en la nebulosa tengo un gol de emboquillada, que le hicieron a Ataúlfo.

 

-          Che Franja, volvió el coleccionista de camisetas y le conté que tenés la del “Chango”.

-          Sí...¿Y qué te dijo?

-          Que quiere hablar con vos, para hacerte una oferta por la camiseta.

-          ¿Por la del “Chango”?

-          Sí y fijate porque creo que paga bien.

 

Terminó el partido, los jugadores se saludaban, como lo hacen siempre. Las miradas del Abuelo Juan, del Tío Alberto, de mi viejo Raúl y por sobre todo la mía, siguieron la trayectoria del “Chango” Cárdenas. Se acercó a un jugador de Platense, se sacó la camiseta y....

 

-          Negro, si te ofrece buena guita, ¿qué vas a hacer?

-          ¿Me lo tenés que preguntar?

-          Y sí Franja, habla de cinco o seis gambas.

-          ¿Quinientos o seiscientos pesos?

-          Sí... Un paquete de guita... Pensalo.

 

Changooo...Changooo...Gritaban mi viejo, Juancito y el tío. Yo estaba totalmente decepcionado. Cárdenas con la camiseta en la mano, se saludaba con uno de ellos. Y en el saludo, se iban todas las ilusiones de tener la nueve de él... del héroe de la Copa del Mundo.

Con ese nefasto intercambio, caían mis sueños de poner un “sablazo” en algún ángulo de un ignoto arquero, en algún parque porteño. Con ese impensado intercambio, se perdía en la historia, mi loca carrera para abrazarme con el inexistente aguatero. Una lágrima caía por mi mejilla, una lágrima de impotencia ante la negativa realidad que deshacía en pedazos, el supuesto abrazo final con Juan José Pizzuti.

 

-          ¿Y Franja...?

-          ¿Y qué?

-          ¿Te escribió el coleccionista?

-          ¿Sí?

-          ¿Y...?

-          Me ofreció entre quinientos y seiscientos pesos.

-          ¡Qué bueno....! Te podés comprar la camiseta de Petrobrás y te sobra guita.

 

Changoooo...

Y Cárdenas que gira la cabeza, mira la tribuna, nos busca, le pide disculpas al jugador de Platense y viene al trotecito con la celeste y blanca en su mano derecha. Llega al alambrado, se sube a la par de mi viejo, se estira un poco, se la da en la mano y me dice: - Cuidala pibe.

 

-          ¿Y qué le contestaste, Franja?

-          ¿Cómo qué le contesté?

-          Y claro, andás sin un peso y te ofrecen quinientos mangos...

-          ¿Y eso que tiene que ver?

-          ¿Cómo que tiene que ver? ¿No estarás pensando en guardarte la camiseta y decirle que no...?

 

Mi viejo bajó del alambrado, que para mí era muy alto y me dio la preciada camiseta del “Chango”. La miré, me sequé las lágrimas con su sudor y la guardé...


La guardé para siempre en mi corazón...



(Foto extraída de Internet)


Eduardo J. Quintana

Cuento extraído del libro "La grandeza es otra cosa y otros cuentos racinguistas"



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