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Este es un humilde sitio donde podré difundir también mis escritos. Volcaré semanalmente algunos de mis cuentos editados e inéditos para que la gente pueda disfrutarlos.



Espero les agrade.








jueves, 22 de abril de 2021

Culpa del “Murciélago”

 Homenaje a Alfredo Graciani

 

Recuerdo palpable de una noche de noviembre de 1992, había nacido mi hijo el día anterior y mi esposa todavía estaba internada. Racing jugaba en Avellaneda la semifinal de una Supercopa y para la familia, ir al “Cilindro”, era una cita imperdible. Pero no iba a incurrir en el mismo error que, veinte años antes, había cometido mi viejo cuando, nacida mi hermana y en silencio, me llevó a ver un anodino Racing - Colón.

Una semana antes, en el Maracaná, Racing lograba un histórico 3 a 3 y con el gol de Alfredo Graciani, mi hijo que estaba cómodamente situado en la panza de mi esposa, supo como era y que se sentía en el grito de gol. El Turco García y Matosas, ayudaron a ahondar el grito y el sentimiento. Había que esperar la vuelta y llegó justo con el nacimiento del niño.

Esperé hasta último momento la señal de mi esposa, que llegó. Fue sincera, me dijo: - Andá.

No sé que me ocurrió por dentro, si fue el remordimiento por dejarlos solos o una obligación moral, que muy pocas veces tuve estando Racing de por medio. Me quedé a mirarlo en una televisión chiquita, esas que tenían las habitaciones de los sanatorios, en aquella época.

Había un riesgo importante: mis nervios y su exteriorización. Y así fue.

Tengo la imagen grabada. Fue en el arco de “La Guardia Imperial”. Salida en un córner corto, centro bajo, una palomita (creo de Matosas) y por el segundo palo, la entrada del “Murciélago” Alfredo Graciani para empujarla al gol y la larga carrera del once de la Academia.

Fue instantáneo y la verdad que nadie podía juzgarme. Grité, grité fuerte, como si estuviese en el “Cilindro”. Nada importó. Ni los enfermeros, ni los médicos que acudieron a la carrera al escuchar el grito, para encontrarme emocionado abrazado a mi esposa.

Pueden imaginar el final. Yo solo recuerdo al “Murciélago” con los brazos en alto en una larga carrera…



(Foto extraída de Internet)

Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

ITG: eduardo.quintana961
Facebook y Twitter: @ejquintana010

viernes, 16 de abril de 2021

Cuatro pelotas

-          ¿Viste la cara que tiene?

-          ¿Quién?

-          El Beto, boludo, ¿quién va a ser?

-          Ah sí, con lo que le pasó el fin de semana tiene para varios días con esa jeta.

Tarde de lunes. El café como cada día, poblado con los mismos rostros. Era el único bar del pueblo y el lugar de reunión de muchos. Allí se encontraban amigos, vecinos, parejas y alguna “trampa” que necesitaba blanquear su situación. No había nada que se trate en ese lugar, que no se esparza por todo el pueblo.

Por eso, Pedro sabía lo que le había pasado al “Beto”. Porque Juan, el mozo, amigo de la infancia, tanto de Beto como de Pedro, había contado con lujo de detalles lo ocurrido. Es que, en Ingeniero Milton Echagüe, nombre que el pueblo había heredado de su fundador y constructor del Dique San Agustín, todo se conocía y el mismísimo Beto, natal del pueblo, lo sabía, cosa que lo incomodaba aún más. Pero la vida seguía a pesar del fútbol y había que asumirlo.

-          ¿Pero qué te contó Juan?

-          ¿Te acordás “Cholo” de la llegada de “Tito” Morante a Central?

-          Sí claro, como no me voy a acordar con el quilombo que se armó.

-          Bueno, Beto tuvo que ver con esa llegada…

Ingeniero Milton Echagüe era un pueblo chico con dos realidades. Una se vivía en el pueblo mismo y la otra en el conglomerado formado alrededor del Dique San Agustín. Así como se vivían realidades diferentes, las pasiones deportivas también se dividían. Central Fútbol Club era el legendario club del pueblo y el Club Sportivo San Agustín, el que defendía al dique. Era una rivalidad que crecía con el tiempo a la vera de un fútbol semi amateur, donde escaseaba el profesionalismo y todo se desarrollaba a pulmón. Según los análisis futbolísticos, Central que participaba de los torneos regionales, jugaba un buen fútbol, pero carecía de gol. La antítesis de Sportivo, que tenía un equipo irregular, pero con un mortífero goleador como Roberto “Tito” Morante. El siete veces declarado “botín de oro” de la Liga, era un provocador nato y un goleador envidiable, al punto que la Comisión Directiva de Central siempre quiso contar con sus goles y él, por amor a los colores, reiteradamente, rechazó la propuesta.

Omar Alberto Rodríguez, el “Beto”, era un tipo muy querido en el pueblo y muy respetado en Central. Desde muy joven fue directivo del auriazul y con el comienzo de cada campeonato, insistía en contar con “Tito” Morante en sus filas y por una cosa o por otra, no lo lograba. A días de comenzar un nuevo Torneo Regional, Beto volvió a insistir con el centrodelantero y el resto de la CD, le pidió que se encargue de convencerlo, aclarando que no podían erogar dinero que ya estaba comprometido en los nuevos vestuarios.

No perdió tiempo, “Beto” visitó a “Tito” Morante quien dejó todo supeditado a la decisión dirigencial, que puso como precio cuatro pelotas. Estaba a un paso de lograrlo, hasta que se encontró con la negativa de sus colegas de Comisión Directiva de comprar los balones. Quedó abatido, llegó a su casa con tal cara que su esposa se asustó. Lo conocía mucho y enseguida supo por donde venía el tema. Lo charlaron en la cena. Por la mañana, con la apertura de la casa de deportes, “Beto” adquirió las cuatro pelotas, un dineral para una familia de clase media de un pueblo humilde, abonadas con la tarjeta de crédito en doce cuotas. Fue hasta el domicilio del presidente de Sportivo, entregó los cuatro balones profesionales y selló el pacto. Roberto “Tito” Morante era el nuevo centrodelantero del Central Fútbol Club y ese fue el titular principal del diario “El Tribuno”, a la mañana siguiente. Solo por el Torneo Regional, para luego volver a Sportivo a jugar la Liga. Podían ser ocho partidos o veinte, según la perfomance de Central. Apenas fueron ocho, dos meses de Torneo. Un gol el día del debut, un desgarro y la nada misma. El auriazul no clasificó a la siguiente ronda y el trato quedó trunco. Negocio redondo para Sportivo, que recuperó a su goleador y acrecentó en cuatro, ese bien preciado que es el balón de fútbol.

El sueño de “Beto” se truncó rápido, mucho más rápido que el pago de las cuotas de la tarjeta de crédito. Con tanta velocidad como la de “Tito” Morante, que  se puso la camiseta rojiblanca para el primer partido de la Liga, el clásico Sportivo San Agustín versus Central Fútbol Club en el Estadio del Dique, ante una multitud de ambas parcialidades.

Con tanta contundencia como la del centrodelantero “diquense” que, consumado el segundo gol, se besó el escudo frente a la parcialidad de Central, tras larga carrera en el festejo del gol.

Larga, como la distancia que quedaba para cumplir el pago de las diez cuotas restantes de la tarjeta de crédito de Beto que, con el gesto de su cara, explicaba todo…



(Foto extraída de Internet)

Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

ITG: eduardo.quintana961
Facebook y Twitter: @ejquintana010