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Este es un humilde sitio donde podré difundir también mis escritos. Volcaré semanalmente algunos de mis cuentos editados e inéditos para que la gente pueda disfrutarlos.



Espero les agrade.








miércoles, 25 de noviembre de 2020

25 de noviembre de 2020

Inimaginable año 2020. Se supera día a día. Será negativamente inolvidable. Seguramente el peor del siglo.

Sabíamos que estaba mal y que empeoraba con el paso del tiempo. Pero lo creíamos inmortal y un día llegó el final de su paso físico por la tierra. El físico nomás, el otro será eterno.

Tuve la suerte de disfrutarlo en su esplendor como jugador y en mi esplendor como hincha. Tuve la fortuna de coincidir en la misma vereda de la vida.

Vivió como quiso vivir, haciendo lo que más le gustaba: provocar.

Provocaba a la pelota y al adversario, provocaba al poder y al rico poderoso, provocaba a la vida. Eso lo hizo el más grande de todos los tiempos.

Lo vivaron todos los hinchas del mundo y eso lo hizo amado por muchos y odiado por pocos. Quizá esos que hoy no sientan nada. Los vacíos de emociones.

Sostengo que soy un afortunado por escribir y que mínimamente, en los libros, en los cuentos, quedan reflejados mis sentimientos. Y ahí están, un puñado de obras que, alguna vez, les leerán a mis nietos o bisnietos, contándoles que, alguna vez, en la historia hubo un tipo que, con su irreverencia ante el dominio de la pelota, hizo feliz a un pueblo y “regó de gloria este suelo”.

El D10S del fútbol se fue por un rato a jugar con los grandes de la historia, pero les juro que voy a esperar los tres días, se los juro…


EJQ


 

domingo, 8 de noviembre de 2020

El “Tata” y su Juventud

 

Miralo al “Tata”. Un crack el jovato. Se levanta temprano, toma unos mates, hace las compras y ayuda en la limpieza. Después, a la hora del almuerzo, pone la mesa y al finalizar lava los platos. Es un fenómeno. Lo admiran sus hijos, sus nietos y sus bisnietos; su familia, sus amigos y los vecinos.

El “Tata” dejará un legado hermoso, una familia grande, leal y con convicciones. Dedicó durante toda su vida, horas de trabajo a su oficio, a su casa y a su enseñanza diaria. Con su jubilación digna y buen pasar de salud, podía darles todos los gustos a los más niños. El fútbol formaba parte su vida y la mayor herencia que le transmitiría a los suyos, que fieles al viejo, mantendrían el amor a la divisa que los vio nacer.

La siesta y el mate de la tarde eran sagrados. El ritual que, solo se modificaba por razones climáticas, se mudaba en caso de lluvia a la galería lateral, que se erigía a lo largo de la casa. Allí pasaba largas horas escuchando la radio, compañera inseparable del querido “Tata” o dando cátedra de vida a su familia y a sus amigos. La otra cosa que podía modificar el ritual, era el fútbol; cuando tomaba su boina y caminaba las cinco cuadras que lo separaban del estadio, para ubicarse en el mismo lugar de siempre, formando parte de la fisonomía del club.

Era un ejemplo de fidelidad y amor, desde aquel mismo momento en que su tío Julio, lo llevó a la cancha. Épocas de alambrado y fútbol irregular, de solo Juventud Unida, sin el Universitario que apareció muchos años después. Era historia viviente y pura, esa que no aparece en los libros y que se vuelven mito, una vez que el hincha pasa a la eternidad. Por eso eran vitales sus relatos, para que sigan vivos a través de la herencia familiar.

A veces era parte del paisaje del hogar y su ausencia de extrañar. Por eso el vecindario lo quería, porque siempre respondía al saludo con el característico gesto de sacarse la boina y moverla con estilo en el aire. Porque siempre estaba ahí, con su pava, su mate y la mecedora. Siempre estaba ahí, siempre; exhibiendo su casaca auriazul y sus cien años de Juventud…

(Foto extraída de Internet)

Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

ITG: eduardo.quintana961
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