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Este es un humilde sitio donde podré difundir también mis escritos. Volcaré semanalmente algunos de mis cuentos editados e inéditos para que la gente pueda disfrutarlos.



Espero les agrade.








lunes, 9 de septiembre de 2019

A la luz de la ilusión


Los aparatos monitoreaban al paciente desde el mismo momento en que había ingresado a terapia intensiva, derivado de la guardia. El grave accidente automovilístico que lo había depositado, en el hospital, lo había dejado casi sin signos vitales. La familia, especialmente su novia, lo acompañaron durante toda la recuperación, que fue larga y angustiosa.
El acompañamiento de la Virgen de los Desamparados, el amor de su madre y la camiseta remendada del Víbora, lograron el milagro y el Toro se recuperó. Lo hizo para casarse con su novia Sandra y para encomendarse toda la vida a su amado Sportivo Desamparados. Pareció que en un momento Dios lo abandonaba, pero le dio otra oportunidad y Julián juró no desaprovecharla.
Las señales existen, no hay dudas y se demuestran en situaciones insignificantes a la vista y al oído. Mientras su vida corrió peligro las promesas se pusieron a la orden del día y cada uno de los integrantes juró cumplirlas, en agradecimiento a la Virgen que no abandonó a su devoto. Por eso, su casamiento con Sandrita, fue en el lugar prometido: la Basílica Nuestra Señora de los Desamparados, ante una multitud de amigos, hinchas y curiosos. Ella lució un hermoso vestido blanco con un cinturón verde y una cola majestuosa. Él, un traje blanco con una hermosa camisa blanca con bastones verticales verdes. Se casaban como y donde prometieron, por la tarde noche sanjuanina, con ciertas anuencias de la iglesia ante la situación vivida que conmovió a propios y extraños.
Se casaron donde, cómo y cuándo prometieron. ¿Cuándo…?
Unos años antes, aquella mañana soleada mañana de septiembre que preparaba la llegada de la primavera, cuando su madre ingresó a la sala para reemplazar a Sandra en el cuidado de Julián, preguntó y se sucedió este diálogo:

-       ¿Vio que fecha es hoy, Doña Sofía?
-       Sí, 10 de setiembre
-       Sabrá el Toro que hoy es el cumpleaños del Víbora
-       Seguro que lo siente, por eso le traje esto lavadito
“Era la camiseta verde y blanca a rayas verticales que llevaba puesta el día del accidente, cosida por su madre, todavía con las marcas suaves de la sangre lavada. Sandra la tomó, la besó y la puso bajo la mano del Puyutano, diciéndole al oído:
-       ¡Feliz cumpleaños Toro…!
Acompañada por Doña Sofía quien también se acercó y apoyó los labios en la frente.
-       ¡Feliz cumpleaños hijo…!
Era el cumpleaños del Club Sportivo Desamparados, era el sentimiento de su corazón y el deseo de Dios. La mano del Toro que temblando toma lentamente la camiseta y las lágrimas que comienzan a surcar los rostros de ambas mujeres.
La imagen de Julián cerrando el puño, estrujando bajo su palma los colores verde y blanco de su corazón y la mirada atónita de sus dos compañeras abrazadas ante semejante sorpresa, conformaban una figura de amor eterno.”

Aquel milagro de la Virgen de los Desamparados, tuvo un secreto guardado en el tiempo. Eso que las señales existen y se muestran en situaciones insignificantes a la vista y al oído. Julián escuchaba y no podía responder. Esa palabra, 10 de septiembre; el significado del cumpleaños de su Víbora querido en su vida, llegaron a su alma.
Una luz blanca que llegaba desde una pequeña ventana, como una señal celestial directa a su ser, hizo que en silencio prometiera llegar bien a una fecha, el 10 de septiembre de 2019, día en que se casaría con su novia. La luchó, el Toro Julián fue un gladiador de esa Guardia Puyutana invencible, cuando se habla de fidelidad e indestructible cuando se habla de sufrimiento. Sandrita fue esa escudera que caminó a su lado en las buenas y en las malas, y que volvería a hacerlo luciendo el vestido con la conjunción de colores más linda del mundo.

Solo quienes estuvieron en aquella habitación el día del accidente, con la imagen ensangrentada y moribunda de Julián.

Solo quienes estuvieron en la habitación, aquel día en que estrujó con su mano la camiseta de Sportivo cosida por su madre.

Solo quienes reciben una luz celestial directa al corazón, serán los que mantengan viva la ilusión.

Solo quienes vivieron aquel milagro Víbora, podrán sentir las sensaciones que atraviesa el Toro Julián, festejando los cien años de vida, de su Club Sportivo Desamparados.




Eduardo J. Quintana
Twitter: @ejquintana010
Facebook e Instagram: eduardo.quintana961

jueves, 5 de septiembre de 2019

Ochenta y tres


Una de las cosas que un ser humano nunca quiere vivir, es el forzado exilio. Los Castro, descendientes de españoles y originarios, sanjuaninos ellos, se tuvieron que ir del país en épocas de dictadura. La desaparición de un familiar directo, allá por 1977, hizo que la familia tome la difícil decisión de exiliarse en España, más precisamente en la Provincia de Orense, en un pueblo llamado: Villamartín de Valdeorras. Con el paso del tiempo, la familia Castro fue perdiendo algunas costumbres sanjuaninas. El yerbeado con semitas de la tarde, la punta de espalda a la parrilla, el viento Zonda, los partidos de liga, cada una de estas cosas fueron desapareciendo con el tiempo y con la llegada de los nietos y bisnietos españoles; también se fue perdiendo el amor por el Quinto Cuartel y por su club: el Sportivo Federico Picón, del cual Don Julio Omar Castro y sus hijos Juan José y Pedro Omar, sus nueras Emilce Gómez y Noemí Sánchez y uno de sus nietos, Juan Manuel Castro Gómez, el único nacido en San Juan, eran fervientes hinchas.
Solo una vez, en cuarenta y dos años, pudieron visitar la provincia que los vio nacer, donde no habían quedado familiares directos. Ese fue el principal motivo por el cual no volvieron con más asiduidad a su tierra natal y el fundamento para que echen raíces en Galicia, se hagan hinchas del La Coruña y muchos de ellos olviden al heredado “piconino”.
Pero la línea de Don Julio – Juan José – Emilce – Juan Manuel intentaron mantener vivos el amor y la lealtad por los colores. Averiguando resultados, festejando triunfos, intentando conseguir medios periodísticos que transmitan los partidos de la Segunda División, lugar donde pasó la mayor parte de su vida Picón y los dos años que logró estar en Primera División.
Don Julio no andaba muy bien de salud y a los 82 años, con una diabetes controlada, con serios problemas renales, hacía una vida sedentaria que, aún, empeoraba su situación. Fue el único que jamás se adaptó al bello pueblo gallego, el único de los Castro que siguió extrañando al cerro, al canal, los viñedos, los olivares, a las calles de tierra y sobre todo al calor veraniego sanjuanino. El desarraigo no cayó bien en su vida, sus nietos más chicos y sus bisnietos, cansados de sus repeticiones, ya no escucharon sus historias pocitanas. Ellos, que vivían en La Coruña hablaban de los cracks futboleros de Europa, de la Champions y de la Eurocopa. No les interesaban las historias del Zapallo Vargas, el Loco González o del Triste Jofré. No creían en la leyenda del rugido del Cerro, ni de la hazaña del Cabot. Don Julio se sentía solo y eso a sus hijos los preocupaba.
Pasaba sus días en un sillón mecedor, escuchando tonadas, valsecitos, cuecas y algún gato o vidalita. Leyendo a Don Buenaventura Luna y siempre pendiente del fútbol sanjuanino. Sus navidades, sus años nuevos jamás habían sido iguales desde que había enviudado y los esfuerzos denodados de sus descendientes, argentinos y españoles, no tenían respuesta. En todo el año, solo esperaba un día: el 5 de septiembre. Ese día por la noche, toda la familia, amigos y vecinos, se reunían en la casa de la familia Castro, en Villamartín, para esperar las doce, algo similar a lo que acontecía en las fiestas navideñas. Año tras año, decenas de personas se juntaban alrededor de Don Julio, que se vestía para la ocasión con una vieja casaca azul y oro, traían algo para una cena íntegramente dedicada al viejo pocitano y esperaban que las agujas se juntaran, momento en el cual por los parlantes, a todo volumen, la voz del relator daba rienda suelta al grito de gol del Vecino Díaz en el Barrio Cabot, que le daba el primer ascenso en la historia de su querido Picón.
Porque el destino quiso que Don Julio Omar Castro, naciera un 6 de septiembre de 1936, en el llamado Barrio del Quinto Cuartel – Pocito –Provincia de San Juan – República Argentina, justo el día que un grupo de quintinos, fundaba el Club Sportivo Federico Picón, el “Cacique del Quinto”.
Este año, como todos los años, levantarán la copa brindarán por los 83 años del Federico, los 83 años de Don Julio y gritarán al unísono: ¡Picón Carajo…!



Eduardo J. Quintana
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