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¿Viste la cara que tiene?
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¿Quién?
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El Beto, boludo, ¿quién va a ser?
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Ah sí, con lo que le pasó el fin de semana
tiene para varios días con esa jeta.
Tarde de lunes. El café como
cada día, poblado con los mismos rostros. Era el único bar del pueblo y el
lugar de reunión de muchos. Allí se encontraban amigos, vecinos, parejas y
alguna “trampa” que necesitaba blanquear su situación. No había nada que se
trate en ese lugar, que no se esparza por todo el pueblo.
Por eso, Pedro sabía lo que le
había pasado al “Beto”. Porque Juan, el mozo, amigo de la infancia, tanto de
Beto como de Pedro, había contado con lujo de detalles lo ocurrido. Es que, en Ingeniero
Milton Echagüe, nombre que el pueblo había heredado de su fundador y
constructor del Dique San Agustín, todo se conocía y el mismísimo Beto, natal
del pueblo, lo sabía, cosa que lo incomodaba aún más. Pero la vida seguía a
pesar del fútbol y había que asumirlo.
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¿Pero qué te contó Juan?
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¿Te acordás “Cholo” de la llegada de “Tito”
Morante a Central?
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Sí claro, como no me voy a acordar
con el quilombo que se armó.
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Bueno, Beto tuvo que ver con esa
llegada…
Ingeniero Milton Echagüe era
un pueblo chico con dos realidades. Una se vivía en el pueblo mismo y la otra en
el conglomerado formado alrededor del Dique San Agustín. Así como se vivían
realidades diferentes, las pasiones deportivas también se dividían. Central
Fútbol Club era el legendario club del pueblo y el Club Sportivo San Agustín,
el que defendía al dique. Era una rivalidad que crecía con el tiempo a la vera
de un fútbol semi amateur, donde escaseaba el profesionalismo y todo se
desarrollaba a pulmón. Según los análisis futbolísticos, Central que
participaba de los torneos regionales, jugaba un buen fútbol, pero carecía de
gol. La antítesis de Sportivo, que tenía un equipo irregular, pero con un
mortífero goleador como Roberto “Tito” Morante. El siete veces declarado “botín
de oro” de la Liga, era un provocador nato y un goleador envidiable, al punto
que la Comisión Directiva de Central siempre quiso contar con sus goles y él,
por amor a los colores, reiteradamente, rechazó la propuesta.
Omar Alberto Rodríguez, el “Beto”,
era un tipo muy querido en el pueblo y muy respetado en Central. Desde muy
joven fue directivo del auriazul y con el comienzo de cada campeonato, insistía
en contar con “Tito” Morante en sus filas y por una cosa o por otra, no lo
lograba. A días de comenzar un nuevo Torneo Regional, Beto volvió a insistir
con el centrodelantero y el resto de la CD, le pidió que se encargue de
convencerlo, aclarando que no podían erogar dinero que ya estaba comprometido
en los nuevos vestuarios.
No perdió tiempo, “Beto”
visitó a “Tito” Morante quien dejó todo supeditado a la decisión dirigencial,
que puso como precio cuatro pelotas. Estaba a un paso de lograrlo, hasta que se
encontró con la negativa de sus colegas de Comisión Directiva de comprar los
balones. Quedó abatido, llegó a su casa con tal cara que su esposa se asustó.
Lo conocía mucho y enseguida supo por donde venía el tema. Lo charlaron en la
cena. Por la mañana, con la apertura de la casa de deportes, “Beto” adquirió
las cuatro pelotas, un dineral para una familia de clase media de un pueblo
humilde, abonadas con la tarjeta de crédito en doce cuotas. Fue hasta el
domicilio del presidente de Sportivo, entregó los cuatro balones profesionales
y selló el pacto. Roberto “Tito” Morante era el nuevo centrodelantero del
Central Fútbol Club y ese fue el titular principal del diario “El Tribuno”, a
la mañana siguiente. Solo por el Torneo Regional, para luego volver a Sportivo
a jugar la Liga. Podían ser ocho partidos o veinte, según la perfomance de
Central. Apenas fueron ocho, dos meses de Torneo. Un gol el día del debut, un
desgarro y la nada misma. El auriazul no clasificó a la siguiente ronda y el
trato quedó trunco. Negocio redondo para Sportivo, que recuperó a su goleador y
acrecentó en cuatro, ese bien preciado que es el balón de fútbol.
El sueño de “Beto” se truncó
rápido, mucho más rápido que el pago de las cuotas de la tarjeta de crédito. Con
tanta velocidad como la de “Tito” Morante, que se puso la camiseta rojiblanca para el primer
partido de la Liga, el clásico Sportivo San Agustín versus Central Fútbol Club en
el Estadio del Dique, ante una multitud de ambas parcialidades.
Con tanta contundencia como la
del centrodelantero “diquense” que, consumado el segundo gol, se besó el escudo
frente a la parcialidad de Central, tras larga carrera en el festejo del gol.
Larga, como la distancia que
quedaba para cumplir el pago de las diez cuotas restantes de la tarjeta de
crédito de Beto que, con el gesto de su cara, explicaba todo…
Cuento inédito
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