Bienvenidos



Este es un humilde sitio donde podré difundir también mis escritos. Volcaré semanalmente algunos de mis cuentos editados e inéditos para que la gente pueda disfrutarlos.



Espero les agrade.








jueves, 19 de septiembre de 2024

Con la disculpa implícita

 

Dedicado al querido Hernán

 

Por alguna razón histórica, filosófica, semántica o bien costumbrista, en muchas oportunidades, el segundo nombre de una persona se grafica en una sola letra. Sobran los ejemplos; pocos conocen que significa la letra “B” de Juan B. Justo o la “V” de Joaquín V. González. Tampoco es que sea una cuestión de vida y, por ende, esa realidad no influye en la existencia cotidiana del pueblo.

Leandro N. Alem es otro caso emblemático y son pocos los que reconocen la “N” de Nicéforo para el prócer radical de fines del siglo XIX. Saber o no saber la historia de un ignoto segundo nombre no es una cuestión de estado; ni siquiera cambia algo de la estructura de la persona que lo porta.

Hernán P. Cappellini llevaba la virtud del acertijo y la cruz de la duda. De allí la pregunta reiterada:

-       ¿La “P” es de Pedro o de Pascual…?

De niño era llamado Peter, porque Hernán lidiaba con esa letra “P”, y ante la insistencia de una tarde de verano de un grupo de compañeros y compañeras que preguntaban y conjeturaban sobre el origen lingüístico de la “P”, admitió una pequeña mentira que se transformó en apodo.

El fútbol complicó aún más las cosas, porque en las formaciones Cappellini figuraba como Hernán P. Cappellini y los hinchas conjeturaron sus propias ideas sobre el origen de la letra. Pero siempre hay un día revelador en la vida de una persona de bien y ese día fue un domingo.

La carrera de goleador y jugador exitoso en Huracán de Chabás lo hizo salir de su pueblo natal y pasar por el fútbol casildense antes de llegar a la majestuosa Rosario. Y el periodismo local lo recibió con las consultas del caso. La fama y los goles lo hicieron caer en un psicólogo a quien le contó la verdadera etimología de la letra que marcaría su vida…

Alguna vez, don Juan José Capellini y doña María Clara Samaniego formaron pareja. De esa pareja llegó un embarazo totalmente deseado y agradecido. Pero el destino quiso que no llegara a dar a luz. Don Cappellini se enojó con la Virgen, por la falta de amparo cristiano. Ese enojo hizo maldecir una y mil veces.

Meses después, el ginecólogo le informó a María Clara que estaba embarazada nuevamente. La felicidad fue tal, que dicen quienes estuvieron presentes que se abrazaron eternamente. Fue allí cuando la futura madre le hizo prometer a Juan José que le pediría disculpas a la Virgen y realizaría una promesa que guardaría hasta el día del nacimiento. Y así fue…

El psicólogo escuchaba atentamente a su paciente y prometiendo guardar el secreto profesional, consultó.

-       ¿Y dónde se entrelazaría esa promesa con el problema que te ha traído aquí?

Allí vino la segunda parte de la historia…

Durante el embarazo, ya sabiendo el sexo del feto, se pusieron de acuerdo con los nombres. El primer nombre lo eligió María Clara, que adoptó seguir con la tradición de los Samaniego, que, durante generaciones, se llamaron Hernán.

Conocidos hacendados chabasenses, los Samaniego llevaron durante generaciones el primer nombre de Hernán. Como el embarazo era catalogado de riesgo y por consejo médico sería el último de la joven, el hijo de María Clara y Juan José sería llamado Hernán.

Con una atención plena, el psicólogo seguía la alocución del futbolista analizado, anotando algunas cosas sueltas y buscando el consejo adecuado.

El segundo nombre, aquel que marcaría la vida social y futbolística del hijo de Cappellini, fue guardado hasta el día del nacimiento y la inscripción en el Registro Civil. Cuando estuvo frente a la empleada estatal y sin siquiera dudar, Juan José dejó sellado el futuro de su primogénito.

El misterio iba a ser develado en la próxima frase. Fue allí cuando el psicólogo le preguntó a Hernán:

-       ¿Quiere un café goleador?

Ante la respuesta afirmativa de Cappellini y con el pocillo de café humeante en la mano derecha, llegó la revelación que el profesional esperaba con ansias.

Mi papá, delante de la empleada y ante el llenado de la planilla correspondiente, realizó la pregunta:

-       ¿Primer nombre…?

-       Hernán. Respondió Juan José.

-       ¿Segundo nombre…?

-      

La empleada que mira al reciente papá a los ojos y le reitera la pregunta:

-       ¿Segundo nombre…?

-       Perdón. Responde Juan José.

-       Le pregunto por el segundo nombre. Reitera la empleada del registro.

-       El segundo nombre es Perdón.

-       ¿Cómo perdón…?

-       Sí, es una forma de pedirle disculpas a la Virgen.

-       ¿Cómo disculpas a la Virgen?

Ahí, Juan José, le contó a la empleada aquella pérdida del embarazo, su enojo con la Virgen, el perdón que quedó explícito con el nuevo estado de gravidez y posterior nacimiento e implícito en la partida de nacimiento de Hernán Perdón Cappellini.

Develado el misterio ante el psicólogo y recibido el consejo profesional, Hernán se retiró a entrenar con su club. Su profesionalismo hacía que el entrenamiento sea algo imposible de postergar y eso, sumado a su olfato goleador, lo hacía un jugador amado por los hinchas de cada club en el cuál brilló.

Pero hubo un día en que la idolatría de su club de origen cambió.

La Copa Santa Fe juntó a Rosario Central y Huracán de Chabás en un partido tan clave como luchado. Faltando un par de minutos y con el resultado empatado en cero, Hernán P. Capellini con un frentazo al ángulo superior del arquero zapatudo, sentenció el pase de ronda del “canaya” y la eliminación del Globo. Hernán pidió perdón, pero no alcanzó. El pueblo chabasense se ensañó con uno de sus hijos futbolísticos y no le perdonó por años el hecho de haber sido eliminados con un gol del centrodelantero nacido y criado en la localidad. Lo consideraron como traición, pese al reiterado pedido de perdón…

La carrera de Hernán P. Cappellini siguió su curso exitoso y, pese a aquel entredicho con los hinchas zapatudos, en cada declaración demostraba su amor y agradecimiento al club que lo formó, insistiendo que su carrera deportiva finalizaría en el Estadio Chiquito Domínguez, con toda su gente.

Pasaron siete años para que Hernán P. Cappellini cumpliese su promesa. La mitad de Chabás se revolucionó y la otra mitad mostró respeto. El fútbol se beneficiaba con la vuelta del goleador.

El Club Atlético Huracán nació un 5 de julio de 1930 y por su vida futbolística pasaron muchos jugadores importantes. Fue campeón de la Liga Casildense en varias oportunidades, pero con la llegada del hijo pródigo, el club entró en un positivismo que lo llevaría a crecer y ganar grandes cosas.

Un momento emotivo se generó cuando entró al vestuario y vio su camiseta blanca con vivos rojos y el número nueve en su espalda, que siguió con la motivadora arenga y finalizó cuando hizo su ingreso a la cancha. Visiblemente emocionado juntó sus manos pidiendo disculpas por aquel gol de la eliminación y grande fue su sorpresa cuando en una de las populares se desplegó una bandera que esgrimía dos palabras que englobaban la vida del goleador: “PERDÓN CAPPELLINI”

Una frase que había nacido de una promesa, que se había legalizado en un Registro Civil y que debería haber sido guardada bajo el juramento hipocrático, que solo se puede romper a través del amor a los colores de un corazón zapatudo…



Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

IG: eduardo.quintana961

Facebook y Twitter: @ejquintana010

miércoles, 24 de julio de 2024

Rocío y el gol

 

Formar una pareja no es cosa de todos los días; consolidarla en estos tiempos es casi una fantasía que logran muy pocas.

Rolo y Ceci eran justamente eso, una pareja consolidada en todos sus aspectos. Diez años de casados, ambos con buen trabajo, casa propia, un auto cada uno y muchos amigos que se preguntaban qué podría haber ocurrido para tomar semejante decisión echando por la borda tanto tiempo de amor.

Es que eran inseparables y, a la luz del resto, la pareja perfecta. Eran la envidia de las chusmas del barrio, el fin que cualquier pareja perseguía. La única diferencia era el fútbol. Cecilia era simpatizante de Huracán, por herencia paterna y sentido de pertenencia al barrio más porteño de todos, Parque de los Patricios. La quemera había nacido en Rondeau y La Rioja, a un par de cuadras del parque.

Rolando se crió en Barracas y, como mucha gente de ese barrio, era hincha de Racing Club de Avellaneda. Si bien eran dos grandes del fútbol argentino, no eran acérrimos rivales. Simplemente, eran sufridos clubes nacidos en barriadas obreras a principio del Siglo XX.

Tanto Ceci como Rolo eran seguidores de sus equipos. Ella con toda su familia se situaba en la platea Masantonio. Él era tipo de tribuna popular, de barra de amigos y de fidelidad plena a la celeste y blanca. Pero el fútbol los dividía solamente los días de partido, que a veces coincidían y otras veces no.

Pero ese amor por la Academia que sentía Rolo hizo que, con el devenir del fútbol femenino, comenzara a seguir partido a partido a “Las Pibas” del primer equipo de Racing. Y no es que eso molestara a Ceci, pero sí sentó la primera gran diferencia entre ellos. A Rolo le gustaba el fútbol femenino y a Ceci no. Rolo tenía a su ídola en el fútbol jugado por mujeres y Ceci no sabía ni cómo formaba su querido Huracán.

¿Quién era la ídola de Rolo? Se preguntarán la gran mayoría. Su ídola era la temible centrodelantera Rocío Alejandra Bueno. Pero muchos la tienen varios escalones más abajo que Milito y Licha; para él no. Rolo la siente ídola y como tal la defiende a ultranza.

Volviendo a la pareja perfecta, nadie, pero absolutamente nadie, podía imaginar el motivo de la separación. Porque esa era la noticia, Rolo y Ceci se habían separado. No había otro hombre, ni otra mujer, ni siquiera problemas familiares. Tampoco discusiones.

Todo comenzó con un simple portarretrato. Una mesa con varios cuadritos de los distintos ídolos de Huracán y Racing en partes iguales y sin espacio para nada más. Cuando Racing le ganó el clásico a Independiente, a Rolo se le ocurrió armar un nuevo cuadrito con una foto de Rocío Bueno con el gesto de homenaje a su ídolo, Lisandro López. Pero para poner ese retrato, tuvo que correr el de Javier Pastore y, al encimarlo con el del Loco Houseman, cayó y se le rompió el vidrio. Rolo lo tomó como un accidente y lo volvió a poner encima de la mesa, con el vidrio rajado.

Nada hacía prever las consecuencias de dicho acto. Pero cuando volvió Ceci y se dio cuenta de la rotura, no tuvo mejor idea que, como venganza, hacer desaparecer el cuadro de Rocío.

Todo siguió con normalidad y nada hacía vaticinar el desenlace final. Porque era algo menor y sabiendo cómo se llevaban Rolo y Ceci, se solucionaba con una charla. Por eso el entorno familiar y los amigos se sorprendieron de sobremanera y se pusieron a investigar los motivos que llevaron a la disolución de la pareja.

El problema fue la pared de la habitación que hacía las veces de living. Cuando chusmearon que el motivo era una simple pared, pensaron en desidia de Rolo de no arreglar una cañería rota. Pero no, no había problemas de humedad.

Todo ocurrió una noche, cuando Ceci volvió del Ducó donde el Globo había perdido su partido. Rolo la esperaba con la comida preparada y todo el amor del mundo. Fue allí cuando Ceci se dirigió a la habitación y gritó:

-       ¿Qué es esto, Rolo…?

A los gritos, insultando fuerte y agresivamente, se acercó a Rolo pidiendo explicaciones.

-       ¿Qué hiciste, Rolo? ¿Qué hiciste…?

Y sin mediar palabra le asestó una bofetada, tomó su campera, su cartera y se fue del departamento.

Allí quedó Rolo, solitario y con su cachete rojo.

Allí quedó Rolo sentado en el sillón de la habitación, admirando la pared en cuestión.

Allí quedó Rolo admirando los tres metros de ancho por tres de alto de esa hermosa figura que, con el brazo derecho levantado y el izquierdo doblado, apoyando su dedo índice en la sien, grita el gol de la victoria con el manto celeste y blanco en el pecho y el escudo en el corazón.

Allí estaba Rolo, frente a frente con Rocío y el gol…


Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

IG: eduardo.quintana961

Facebook y Twitter: @ejquintana010