Fue un
día raro, pero hermoso.
En
familia, a cancha llena, con el corazón palpitando a mil.
Había
pasado mi cumpleaños encerrado en la Sede, mientras toda la familia reunida en
mi casa esperaba en vano mi llegada. Minutos antes de las doce de la noche soplaban
las velitas y me cantaban el feliz cumpleaños a través de un viejo teléfono
celular. Eran días de lágrima fácil y nervios a flor de piel.
El
“Racing ha dejado de existir” que esbozó ante las cámaras de televisión “la
vieja chiflada”, fue una daga en el corazón de la falange racinguista.
Indirectamente había exacerbado el amor y la pasión en forma exponencial. Ya no
éramos mi viejo, mi hijo y yo.
Éramos
una familia entera, cientos de familias enteras, miles de familias enteras que
salieron a movilizarse, solo por amor. Eran otras épocas, en las cuales nos
sentíamos hinchas de la propia hinchada y esa hinchada respondió como nunca
nadie lo había hecho. Porque habíamos copado la Sede, llenado Viamonte, rodeado
el Congreso, apretado dirigentes, apoyado a un equipo que nos apoyaba, solo
faltaba una cosa: “La epopeya de un domingo distinto”.
Porque
fue eso, algo único, casi irrepetible y como nos acostumbra Racing: el primero.
Fue un
día raro, pero hermoso; soleado adentro y afuera. Con leve brisa que venía de
Avellaneda a Capital, de Avellaneda hacia todos los rincones del país. Era
domingo pero no había pastas. Había Racing, como hubo toda la vida, pero esta
vez todos juntos.
Y se
creó ese hito que fue canción.
Nos
congregamos, esa es la palabra, “congregamos”. Y fue en el Estadio Presidente
Perón.
Fuimos
miles, de todas partes y con una sola consigna: “Demostrar el amor a los
colores del corazón”.
Hubo
cientos de lágrimas y gritos. Canciones y rezos. Promesas y conjuros.
Racing
marcaba nuevamente la historia y nosotros éramos parte de esa porción de
tiempo.
Fue un
día raro, pero hermoso.
No
hubo rival, pero sí hinchadas amigas. No hubo árbitros, pero si equipo. No hubo
goles, pero si goleada.
El
amor ganó por goleada.
Las miradas
asombradas de cientos de miles de personas, que por televisión, seguían las
imágenes de una demostración de pasión nunca antes vista. Quizá por eso el
valor que hoy le damos a la canción emblema, esa que esboza: “De pendejo te sigo, junto a Racing siempre
a todos lados. Nos bancamos la quiebra, el descenso y fuimos alquilados. No me
olvido ese día, que una vieja chiflada decía, que Racing no existía que tenía
que ser liquidado. Si llenamos nuestra cancha y no jugamos…” Y todo lo que
sigue, hasta llegar a este presente, que no hubiese sido posible sin aquel
pasado glorioso.
Fue un
día raro, pero hermoso.
Abrazos,
llantos y promesas. Cientos de promesas. Vendrían más días sensibles, como
aquel de la caravana hacia Arroyito.
Fue la
demostración de amor más grande que se tenga memoria en el fútbol argentino.
Fue la
epopeya de un día distinto. Fue un domingo, 7 de marzo de 1999.
Fue un
día raro, pero hermoso. Nuestro día para toda la eternidad…
Eduardo J. Quintana
eduardo.quintana961
@ejquintana010
Gracias Racing por tanto sufrimiento y tantas alegrías
ResponderEliminarAlan (Catán)
No falta agregar nada más, puro sentimiento...
ResponderEliminarGracias
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