Cuando hacen comparaciones de
épocas en el fútbol seguramente no nos vamos a poner de acuerdo. Ni en las
formas de juego, ni en la velocidad, ni en lo físico. Entonces ante tantas
diferencias ¿cómo vamos a comparar nombres?
Ni los medios económicos, ni
el advenimiento de la televisación de todos los partidos del mundo, pueden
contrastarse. Pasamos de mirar un partido completo todos los viernes, a ver
como juega un equipo de San Marino. Todas, absolutamente todas las
comparaciones en el fútbol son odiosas.
Hoy un grupo de pibes juega un
desafío y no preguntan quién lleva la pelota, por el simple motivo que llevan
tres o cuatros de los últimos modelos, esos livianitos y de pelaje suave y
brilloso. Allá por los setenta hacías un desafío y si el que llevaba la única
pelota que había se la olvidaba, terminábamos jugando con una “Pulpo”.
Vos te imaginas en mi barrio
cuando jugábamos un desafío, nadie quería llevar la de gajos hexagonales, ni
siquiera la de alargados, porque si caía en lo de Doña Hilda, volvía reventada
por el cuchillo. Imaginate vos volver a tu casa con la pelota hecha añicos, el
viejo te daba con el cinto y no salías por tres días. Encima después de la
penitencia no había reposición. Hoy los pibes de la ciudad, primero no juegan
desafíos y después si surge alguno es por la “Play Station”. No hay conciencia
de grupo social, juegan en una escuelita de futbol, con arcos y todo. La pelota
no pasó a ser algo improbable de tener, al contrario, cualquiera tiene una
pelota de marca y nueva.
¿Te imaginás a un pibe yendo
al carnicero a pedirle grasa para pasarle al cuero para que no se reseque o ir
a la gomería a inflar la pelota con el compresor a ojímetro? Hoy tienen
infladores que se enchufan e inflan a medida. Y ojo, que no lo critico en
absoluto, pero tampoco me sumo a la ola de las comparaciones de épocas. Hoy la
felicidad en el fútbol pasa por otro lado.
Vení Pedro, sumate y contale a
los muchachos lo de las camisetas de “Los Piratas”. Porque Pedro era vecino del
barrio, somos de la misma edad y vivíamos a dos casas de distancias. Es más, mi
vieja, la Beba y su mamá se encontraban siempre en el verdulero y venían
caminando hasta casa contando cosas de la novela, si hasta se pasaban la “Radiolandia”.
No me las imagino leyendo las redes sociales para enterarse de los chimentos.
Para eso estaba la “TV Guía” de la peluquería.
¿Le contás lo de las camisetas
o lo cuento yo, Pedro? Bueno, les cuento yo. Este Pedro es de poca palabra. ¿A
qué viene lo de las camisetas? A que hoy los pibes se anotan en campeonatos y
lo primero que hacen aparte de pagar un “fangote” de guita en inscripciones,
porque ahora se anotan en torneos, allá en los setenta se hacían desafíos y
torneos de barrio, pero no se “garpaba” nada porque no había un mango partido
al medio. Les decía, se anotan en un torneo y se compran las camisetas nuevas,
con colores exóticos y números inimaginables.
¿Te acordás Pedro las
camisetas de “Los Piratas”? Ni se acuerda, está tan viejo que perdió la memoria.
Un viernes viene el “Tito” a decirnos que se había cruzado con el “Gordo”
Sánchez, de los pibes del pasaje y había arreglado un desafío en la canchita
del club, para el sábado a la tarde. El padre de uno de “esos” del pasaje,
manejaba la cancha del club y ese sábado la tenía libre y había hecho una
matufia para que puedan jugar un desafío. ¿Me seguís Pedro? Cualquier cosa que
se me pase, interrumpime.
La cancha para nosotros era
como jugar en el Monumental, tenía arcos con redes, las líneas marcadas, era de
baldosas lisas y hasta tenía tribunas. Soñábamos con jugar ahí. Hoy para un
pibe es normal y no hubiesen tenido el problema que tuvimos nosotros. Había que
jugar con camisetas y encima el “Gordo” Sánchez aclaró que ellos jugaban con la
de la Selección Argentina y que llevaban la pelota. Imagínense, viernes a la
tarde a solucionar el tema camisetas. Juntábamos algunas de Boca o de River,
pero nunca ocho como necesitábamos. El viejo del “Patito” Gómez que era portero
de un edificio, nos acompañó hasta la casa de deportes. No había oferta a la
cual alcanzar. Las camisetas eran prohibitivas. Cuando nos estábamos yendo, encontramos
casi en la salida, una caja unas “calaveras” de felpa negras y blancas. Ahí se
le ocurrió a Don Gómez, regalarnos los números y las calaveras. Nos fuimos
contentos a ver a Nilda, que era la modista del barrio y cuya hija Emilce,
afilaba con Marcos, el hermano de “Pescadito” Mario que era nuestro arquero. Le
decíamos “Pescadito” porque le encantaba ir a pescar. La modista nos hizo un
diseño que era sobre una remera blanca, un triángulo celeste y la “calavera”
cosida. El triángulo era de veinticinco centímetros de lado y la tela era
celeste porque le sobraban trozos de un vestido que había confeccionado. Así
que nos cortó ocho pedazos y solucionamos otra parte del problema.
¿Te acordás Pedro? Nos
juntamos en la puerta de tu casa y nos repartimos los trozos celestes, las
calaveras y los números. Nos pusimos de acuerdo que usaríamos una chomba o remera
blanca, de las que usábamos para gimnasia en el colegio, que el triángulo
apuntaría hacia arriba y que debía ser de veinticinco centímetros de lado, a mí
me había tocado el número cinco, negro de cuerina. ¿A vos Pedro el dos, no?
Porque Pedro era el Mariscal, como Perfumo.
Con todo arreglado, cada uno
fue a su casa a convencer a su madre para que las cosiesen y arreglamos que nos
juntábamos en la esquina, que era la casa del “Tato” y qué para estrenarla
directamente en la cancha, todos iríamos con buzo o pullover encima para que no
se viesen. Casi todas las casas tenían una máquina de coser y a la vez, todas
las madres sabían coser, porque lo habían aprendido en la escuela en “Corte y
Confección” que, en nuestra época, se llamaba “Labores”.
Obviamente la Beba, mi vieja y
Mecha, la madre de Pedro, combinaron para hacerlo en mi casa y como íbamos a la
misma escuela y usábamos la chomba similar, decidieron coserla de una forma
que, una vez jugado el partido, se pueda descoser para seguir usando, porque
solo teníamos una remera que se lavaba y se volvía a usar.
Por un minuto imaginen esta
situación ahora. Madre, coser, una sola remera, un triángulo con una calavera.
Impensado, improbable e imposible una situación así. Tan impensado que un pibe
usase algo tan horrible. Tan improbable como que haya una máquina de coser en
una casa. Y tan imposible que los pibes de hoy se hubiesen comprado un juego de
camisetas con números impresos.
Llegó el sábado al mediodía y
después de almorzar nos juntamos todos en la esquina de lo de “Tato”. Fuimos
caminando todos juntos hasta el club hablando de como plantearíamos el partido.
Cuando llegamos y entramos, nos sentimos en la gloria. Siempre veíamos partidos
de afuera y ese sábado éramos protagonistas. Estaban los pibes del pasaje
preparados, peloteando, todos con la camiseta de la Selección Argentina del
Mundial ’74, bien prolijita. El “Gordo” Sánchez nos preguntó si teníamos
camisetas y lo ignoramos. Cuando estábamos por largar, la sorpresa. ¿Te acordás
Pedro? El loco dio la orden y todos a la vez nos sacamos los abrigos, para
sorprender al adversario.
Y vaya si fue sorpresa…
“Tato”, vino con una musculosa
blanca, de esas que se usan debajo de las camisas; el “Pescadito” tenía la
“calavera” pegada en el buzo con cierre, a la altura del corazón; el Colo y
Ramón los mellizos, tenían el triángulo al revés y “Patito” lo tenía ubicado
correctamente, pero había cortado de quince centímetros de lado, en el cual la “calavera”
entraba justa. Imaginen la risotada general. Las carcajadas del “Gordo” Sánchez
la tengo grabada, me imagino que vos también Pedro, porque te le fuiste al humo
y terminamos todos a las trompadas. Tal es así que el partido se suspendió,
cuando Tito le pegó un “saque” en la nariz al presidente del club, que quiso
entrar a separar.
Mientras teminaban la merienda
una enfermera sale al patio y me pregunta si había terminado de contar la
historia. Allí Pedro, que gira la silla de ruedas y dice:
-
Me tiene podrido, todos los días cuenta lo
mismo
Y nos llevaron a las
habitaciones. Llegaba la noche y refrescaba. En el geriátrico tienen reglas
estrictas que cumplir y las cumplimos todos, no como los pibes de ahora que no
respetan nada…
Eduardo J. Quintana
Cuento inédito
ITG: eduardo.quintana961
Twitter: @ejquintana010
Facebook: ejquintana010
Lindo cuento que me hace recordar mi infancia en Floresta.
ResponderEliminarAldo Paceri