Nueve y media de la noche, la
mesa puesta, la comida preparada y Verónica que grita:
-
¡A comeeeer…!
Ángel que se acerca a la
cocina y pregunta:
-
¿Falta algo en la mesa?
-
Sí - responde Vero – llevá la bebida y las
servilletas.
-
¿Nacho…?
-
Debe estar con la computadora. Hoy parece un
zombi.
-
¿En qué anda?
-
No sé, con una encuesta
-
¿Una encuesta…?
Ahí fueron los padres con las
cosas que faltaban para cenar.
-
Nachooo, está la comida…
El gritó fuerte de Ángel
inspiraba respeto en Nacho y ese respeto hacía que en segundos esté ocupando
una silla junto a la mesa familiar. Ni su comida preferida, milanesas con papas
fritas, ni su serie favorita, ni la conversación de sus padres, hacía que el
joven sacase su vista del teléfono. Su madre ya estaba resignada, en cambio al
padre le molestaba de sobremanera, en especial en momentos en que se cenaba. No
le entraba en la cabeza, que cosa podía ser más importante para el niño que una
conversación familiar.
Cortaba un trozo de milanesa y
miraba el teléfono, que no paraba de sonar. Pinchaba unas papas y vuelta a
mirar. El padre meneaba la cabeza mirando a su esposa y mientras esta se
encogía de hombros. Hasta que llegó la advertencia.
-
Si no dejás el teléfono, te lo saco…
Lo puso a un costado, pero no
dejaban de entrar mensaje y sonar.
-
Podés ponerlo en silencio, Nacho
Ahí le bajó el volumen, pero
no dejaba de vibrar
-
Me das ese teléfono, Nacho…
-
No pa, pará que lo pongo sin vibrar.
Quedó a un costado, en
silencio. Pero cada quince segundos se iluminaba la pantalla y a lo lejos,
Nacho miraba…
Transcurrió la cena así, con
Nacho desatento y una conversación a la que le faltaba una pata. Hasta que
Ángel, no pudo más y plantó bandera.
-
Mirá Nachito, con mamá trabajamos todo el día y
en el único momento que podemos estar juntos, vos no estás…
-
Esperá papá que te explico…
-
No, no – interrumpe Ángel – déjame hablar a mí.
Y ahí vino el sermón del
padre, que ni Vero, ni Nacho se animaron a interrumpir. Fueron diez minutos
hablando de los valores inculcados, del sentimiento de la charla familiar, de
la importancia de la tranquilidad de la cena en conjunto y otras cosas, hasta
que se tocó el tema fútbol.
-
¿Viste lo importante que es cuando vamos al
Cilindro los tres juntos?
-
Sí pa…
Por primera vez, algo más
importante que el celular se apropió de la atención de Nacho.
-
Los preparativos, el viaje, la llegada, la
previa, el sufrimiento, los abrazos, las alegrías y las tristezas.
Todo eso significaba el fútbol
y sobre todo Racing, para Vero, Nacho y Ángel. Por eso intentaban inculcarle al
pibe que eso se repita en los momentos en los que se encontraban juntos, que
eran pocos.
Otra vez la pantalla del
teléfono que se enciende y el padre que pregunta:
-
¿Qué le pasa al celular que no paran de
ingresarle mensajes?
-
Es que estoy ayudando a unos amigos en un
Torneo Virtual, pa.
-
¿Torneo de qué? Preguntó Vero.
-
Torneo de fútbol…
-
¿Cómo es eso del torneo virtual de fútbol…?
Repreguntó Vero.
El tema fútbol siempre era
prenda de unidad y tanto Ángel, como Verónica, se mostraron interesados en
compartir, al menos algo, de esa pasión que tenía Nacho por las redes sociales.
-
Es un torneo virtual organizado por una página
donde intervienen equipos del Torneo Regional Amateur…
-
Ahhh – acota Vero – entonces no está Racing ¿no?
-
Está, pero no está. Contestó Nacho dejándolos
desubicados.
-
¿Cómo es eso…?
Allí Nacho tomo la posta de la
conversación y les comentó a sus padres que, si bien no estaba Racing Club de
Avellaneda, sí estaba el humilde Racing de Eduardo Castex.
-
¿Racing de Eduardo Castex?
-
Sí pa, de La Pampa
El padre que va a la
biblioteca y saca un libro, lo abre, mira algo en su interior y exclama:
-
Claro este, el de la tapa…
-
¿Y ese libro papi?
-
Lo compré en una Feria del Libro ¿Lo querés
leer, Nacho?
-
Sí papá, dale. Pero después que termine la
encuesta…
La fruta estaba en la mesa y
mientras comenzaba a pelar una mandarina, Ángel preguntó:
-
¿Y qué hay que votar…?
-
Sí papi, por las redes sociales
La madre que con su celular en
la mano buscaba la encuesta, mientras el padre, degustaba el último gajo de la
mandarina mirando de reojo como Verónica exploraba en las redes sociales.
-
Te paso el link, mami.
-
Dale, así es más fácil. Ahí llegó…
-
Entrá a Facebook y hace clic en el escudo que
es una estrella…
-
Tan tonta no soy, dice “Racing de Castex” acá.
Ante la risa de los tres,
Ángel fue al baño a lavarse las manos y de allí a la mesa ovalada donde estaba
el celular.
-
En Twitter es más fácil…
-
Y en Instagram, hace clic en el link y andá a
las historias, ahí votás.
-
Listo, dice Verónica. Votado y compartido.
Mandame el mensaje por WhatsApp, que se lo envío a mis amigas y compañeras del
trabajo.
Ángel apartado de su hijo y su
esposa, buscaba infructuosamente, pero callado como votar. Verónica que se ríe
y le dice a Nacho al oído:
-
Andá ayudalo…
-
¿Te ayudo, pá…?
-
Dale, así sumamos unos votos.
Padre e hijo se sentaron en el
sillón, teléfono en mano y procedieron a votar. Mientras Verónica enviaba
mensajes a sus amistades.
Se habían metido en el torneo
virtual de lleno, encontrando un lugar común para compartir en familia.
Habían aprendido de su hijo y
estaban jugando un juego sano. Era una nueva experiencia familiar. Ahí fue
cuando Ángel, que no paraba de enviar mensajes, pregunta:
-
Che Nacho, estamos ganando…
-
Sí pa, pero falta mucho
-
Bueno dale, sigamos invitando gente a votar.
-
Dale pa, sigamos…
Eduardo
J. Quintana
Cuento Inédito
ITG: eduardo.quintana961
Twitter: @ejquintana010
Facebook: ejquintana010
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