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domingo, 6 de septiembre de 2020

Un rugido digital

 

Caminos de la vida que confluyen en destinos casi inimaginados. Senderos ocultos en la mente que jamás hubiesen pensado transitar, si la historia se hubiese desarrollado en normal. Cuatro amigos inseparables, cuatro futboleros de ley con la sequedad del grito de gol atragantado por la ira de la naturaleza, que deposita en la sociedad todos los males, sin distinguir clases, religiones, razas; sin siquiera separar a los buenos de los malos.

Aquella, alejada en el tiempo, mesa de cuatro en el barcito del barrio que los cobijaba, que hoy muestra sus sillas con las patas indicando el techo y el silencio propio de un cementerio de pocillos y cucharitas, con el doloroso candado puesto en la cadena que cierra sus puertas. Una imagen que lastimaba, pero que prevenía un desastre. Un sábado atípico, sin la juntada habitual. La responsabilidad del “Polaco”, “Dani”, el “Bocha” y el “Manteca”, con padres grandes o hijos chicos (o ambas cosas) y el peligro latente de contagio de una “peste” que llegó para desnudar las falencias de un sector de la sociedad enfermo de egoísmo y la solidaridad de la gran mayoría que, por suerte, entendió el mensaje sublime de cuidarse y cuidar a los suyos.

Era un sábado especial y no podían dejar de estar unidos, al menos a la distancia. Con intermitencias de cortes en la transmisión, con dificultades con el volumen y la falta de experiencia tecnológica, los cuatro amigos de la vida se prepararon para el convite digital. Frente a la computadora, por una aplicación para reuniones virtuales, fueron apareciendo uno a uno aquellos que alguna vez en la mesa habitual de su bar, conocieron la leyenda del rugido del cerro, aquel día de la hazaña en el Barrio Cabot cuando, con gol del “Vecino” Díaz, lograba el primer ascenso a Primera División de su historia. Cuando desde el cerro sonaron las primeras carcajadas de alegría, mientras el pueblo se congregaba en la plaza para iniciar los festejos.

Eran cuatro, eran amigos y eran inseparables. Los mismos que vivieron en carne propia aquel empate del 2015 en cancha de Trinidad, donde el cerro volvió a rugir de alegría y pudieron corroborar que la leyenda era verdad.

Llegaba el 6 de septiembre, como aquel día de 1936, cuando en el Barrio del Quinto Cuartel, bajo la presidencia de Don Venancio Castro, se fundaba el Club Sportivo Federico Picón.

Ochenta y cuatro años después, a mil doscientos kilómetros de distancia, el “Polaco”, “Dani”, el “Bocha” y el “Manteca”, esperaron que el reloj de la computadora marcara las cero horas del domingo, esta vez rodeados por su familia, para levantar las copas por “zoom” y gritar al unísono, bien fuerte: ¡Feliz cumpleaños Picón…! Imaginando que, allá a lo lejos, el cerro festejaba con carcajadas de alegría…



Eduardo J. Quintana
 Cuento Inédito

Instagram: eduardo.quintana961
Twitter - Facebook: @ejquintana010

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