La plaza del pueblo en
todo su esplendor y el sol que brilla en la copa de sus árboles frondosos; la
fuente, el monumento y los senderos con sus bancos de madera. Álamos, olmos,
paraísos y un bello sauce, debajo de su sombra, un banco y en ese banco la
misma figura de siempre.
Isabel y Fernando
caminaban de la mano de sus hijos, Thais y Mateo, quienes tomaban un helado en
cucurucho. El verano caluroso hacía propicias las caminatas bajo la sombra y en
la plaza abundaban los lugares frescos, que se ocupaban siempre con parejas,
familias y abuelos. Pero había un banco debajo del sauce que tenía dueño y
estaba protegido por decenas de palomas.
Mateo comía el helado y
miraba con fascinación al anciano y su relación con las aves.
- Papi,
¿quién es ese señor?
- ¿Cuál
hijo…?
- El
que le da de comer a las palomas
- Ese
señor es “El caballero del gol”
Siguieron caminando y
el niño no le quitaba la vista de encima.
- ¿Qué
mirás Mateo?
- Al
señor que tiene los ojos tristes, mami.
- ¿Tiene
los ojos tristes? – dice Isabel - No me había dado cuenta.
Con la observación de
su hijo, Isabel prestó atención y consultó a Fernando sobre dicha
característica que jamás había observado, los ojos tristes del “Viejo del
sauce” como lo llamaba el común de la gente.
- ¿Por
qué tiene los ojos tristes el “Viejo del sauce”?
- ¿El
“Viejo del sauce”? Es una falta de respeto llamarlo así.
- ¿Y
cómo querés que lo llame?
- Como
debe ser: “El caballero del gol”.
Era una historia
fascinante. Aníbal Mirko Di Francesco, tendría alrededor de noventa años y
había vivido más de la mitad de su vida en soledad. Su llegada a Laguna del
Sauce databa, según los más viejos, de principios de los ‘70 y provenía de otro
pueblo del mismo partido. Su carácter introvertido y su negación a aceptar
aquel pasado de idolatría, lo hacían un personaje digno de analizar. Pocos
sabían su historia.
Aníbal Mirko Di
Francesco, había nacido en Talar del Sol, un pueblo que fue creciendo a la vera
de un inmenso bosque de robles, con sus cuidadas plantaciones y el aserradero
más grande de la región. De dicho aserradero, de la cooperativa y sus
trabajadores se fundó el Club Sportivo Robledal, nombre proveniente de la
materia prima con la que subsistía todo un pueblo. El “Roble” se había fundado
a principios de la década del cincuenta y se había afiliado a la Liga en 1953,
desde sus inicios y hasta mediados de los ’60 tuvo entre sus filas al jugador
más importante de su historia y al máximo goleador de la Liga: Aníbal Mirko Di
Francesco, “El caballero del gol”.
Fernando no había
vivido aquella aventura, su padre Emilio era muy chico y tenía muy pocos
recuerdos, pero el abuelo de Isabel y bisabuelo de Thais y Mateo, conocía a la
perfección su historia. Cuando volvían de la plaza, encontraron a Don José
tomando mate bajo la sombra de la parra y allí Fernando instó a los niños a que
le cuenten al nono a quien habían visto.
- Cuéntenle
a Don José a quien vieron en la plaza…
- Al
“Viejo del sauce”. Acota Thais, mientras Mateo corrige.
- “El
caballero del gol”, nono.
Don José, asiente con
la cabeza y agrega:
- Un
goleador mortífero en la cancha y un caballero en la vida, Aníbal Mirko Di
Francesco.
Con el bisabuelo en el centro
de la escena y la familia alrededor, comenzó con la narración, cosa que al
viejo lo apasionaba.
Cuando cuentan de
jugadores goleadores con seiscientos, ochocientos y hasta mil goles, siempre decía
que, si “El caballero del gol” contase todos los goles de su carrera, rondaría
los mil quinientos.
- ¿Cómo
va a hacer tantos goles? Interrumpe Mateo.
- Yo
les digo que hubo años de dos o tres goles por partido.
El “Roble” disfrutó
diez y siete años del centrodelantero de los cuales quince fue goleador de toda
la Liga. Siempre peleaba el título, pero el poderoso Gimnasia de Morla lo
terminaba ganando, por mérito propio o por ser el club del presidente de la
Liga.
- ¿Y
por qué le dicen “El caballero del gol”? Pregunta Isabel a su abuelo.
- Ahí
está su otra virtud, era tan educado, servicial y atento, que el diario
provincial lo apodó así.
Aníbal Mirko Di
Francesco era de esas personas a la cual no se le escapaba un solo detalle. El
saludo, las muestras de solidaridad, la atención y el respeto por el género
opuesto. Ingresaba a la cancha con el equipo con una docena de flores e iba
regalando a las mujeres que concurrían a ver a Sportivo Robledal. El
característico gesto de ayudar al adversario caído o admitir públicamente un
error, hizo que el diario “La Provincia” le colocara el mote de “El caballero
del gol”, cosa que lo signó para siempre.
Fernando sabía la
historia, pero prefirió que sea Don José quien la cuente, ya que sabía que lo
hacía feliz ver a sus bisnietos atentos a sus anécdotas.
- ¿Nono
y por qué tiene los ojos tristes? Preguntó Mateo.
- Tiene
los ojos tristes por el mismo motivo por el cual es tan solitario y callado.
- Pero
no entiendo – interrumpió Isabel – era ídolo de Talar del Sol y está viviendo
Laguna del Sauce. ¿Es extraño, no…?
En el año 1967 Di
Francesco iba a cumplir treinta y siete años, había salido goleador los últimos
tres torneos y casi con seguridad se coronaría también ese año. El desarrollo
del campeonato y el fixture habían querido que Sportivo Robledal llegase a
enfrentar al tetracampeón Gimnasia, en la ciudad de Morla, en la última fecha
con una diferencia de dos puntos a favor. Había dos resultados que consagrarían
al “Roble” campeón por primera vez, el triunfo y el empate. La caravana más
grande de toda la historia de Talar del Sol partió en búsqueda de la vuelta
olímpica, En el vecindario solo permanecieron policías patrullando las calles y
cuidando las casas vacías. Ni los malandras habían quedado en el pueblo.
Amigos, vecinos, junto a la esposa de Di Francesco se llegaron hasta “El Coloso
de Morla”, para ver un partido donde se dirimiría no solo lo más importante que
era el campeón, sino que de ese partido saldría el goleador del torneo, Di
Francesco de Sportivo Robledal y Camilo Cesáreo de Gimnasia encabezaban la
tabla de goleadores con setenta y cinco tantos cada uno. Dos temibles
goleadores, probablemente los más importantes de la historia de la región.
El “Coloso” era una
caldera y el partido tuvo de todo, lesionados, expulsados, polémicas y goles.
En el comienzo de la segunda etapa, Cesáreo de cabeza puso el uno a cero. Cinco
minutos después con un furibundo disparo Di Francesco empató el partido. A diez
del final, nuevamente Cesáreo le daba la victoria y con dicha victoria el
campeonato a Gimnasia. El “Roble” fue con todo en búsqueda del empate y con los
cambios ofensivos que realizó el director técnico de Sportivo, metió a Gimnasia
contra el arco. En tiempo de descuento, con todos los jugadores dentro del área
del “Lobo” de Morla, un balón en forma de centro tirado desde la izquierda,
cayó dentro del área chica y fue empujado por Di Francesco al gol. El árbitro
miró al juez de línea que corrió inmediatamente al centro de la cancha y
convalidó el gol. Todo Gimnasia se le fue encima mientras los jugadores y los
hinchas del “Roble” festejaban, todos menos “El caballero del gol”. La larga
carrera del árbitro se detuvo y anuló el gol, provocándose una trifulca que
hizo suspender el partido.
Consultado el árbitro
sobre la anulación del gol fue muy claro: “Lo había convalidado pero el autor
del gol me aseguró que lo hizo con la mano”. Rápidamente la noticia corrió por
los medios, Gimnasia de Morla había logrado el pentacampeonato con la ayuda de
“El caballero del gol”. Allí vino lo peor, la invasión de la cancha, el
cachetazo en público de su esposa, la rápida huida de Di Francesco perseguido
por los suyos al grito de traidor.
Dicen que salió de
Morla vestido de cura con rumbo desconocido, otros aseguran que escapó en un
patrullero con ropa de policía. Durante unos años nadie supo nada de él, hasta
que apareció por Laguna del Sauce, futbolísticamente retirado, psicológicamente
arruinado y físicamente desmejorado. Solitario, introvertido e inadvertido, sin
aquella contraproducente idolatría que lo llevó a la infelicidad deportiva,
pero con los principios propios de los grandes. Para los pibes y no tan pibes
es el “Viejo del sauce”, para los veteranos futboleros es “El caballero del
gol” aquel que no vendió su dignidad, ni por una vuelta olímpica…
Eduardo J. Quintana
Cuento inédito
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