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lunes, 28 de septiembre de 2020

El caballero del gol

 

La plaza del pueblo en todo su esplendor y el sol que brilla en la copa de sus árboles frondosos; la fuente, el monumento y los senderos con sus bancos de madera. Álamos, olmos, paraísos y un bello sauce, debajo de su sombra, un banco y en ese banco la misma figura de siempre.

Isabel y Fernando caminaban de la mano de sus hijos, Thais y Mateo, quienes tomaban un helado en cucurucho. El verano caluroso hacía propicias las caminatas bajo la sombra y en la plaza abundaban los lugares frescos, que se ocupaban siempre con parejas, familias y abuelos. Pero había un banco debajo del sauce que tenía dueño y estaba protegido por decenas de palomas.

Mateo comía el helado y miraba con fascinación al anciano y su relación con las aves.

-       Papi, ¿quién es ese señor?

-       ¿Cuál hijo…?

-       El que le da de comer a las palomas

-       Ese señor es “El caballero del gol”

Siguieron caminando y el niño no le quitaba la vista de encima.

-       ¿Qué mirás Mateo?

-       Al señor que tiene los ojos tristes, mami.

-       ¿Tiene los ojos tristes? – dice Isabel - No me había dado cuenta.

Con la observación de su hijo, Isabel prestó atención y consultó a Fernando sobre dicha característica que jamás había observado, los ojos tristes del “Viejo del sauce” como lo llamaba el común de la gente.

-       ¿Por qué tiene los ojos tristes el “Viejo del sauce”?

-       ¿El “Viejo del sauce”? Es una falta de respeto llamarlo así.

-       ¿Y cómo querés que lo llame?

-       Como debe ser: “El caballero del gol”.

Era una historia fascinante. Aníbal Mirko Di Francesco, tendría alrededor de noventa años y había vivido más de la mitad de su vida en soledad. Su llegada a Laguna del Sauce databa, según los más viejos, de principios de los ‘70 y provenía de otro pueblo del mismo partido. Su carácter introvertido y su negación a aceptar aquel pasado de idolatría, lo hacían un personaje digno de analizar. Pocos sabían su historia.

Aníbal Mirko Di Francesco, había nacido en Talar del Sol, un pueblo que fue creciendo a la vera de un inmenso bosque de robles, con sus cuidadas plantaciones y el aserradero más grande de la región. De dicho aserradero, de la cooperativa y sus trabajadores se fundó el Club Sportivo Robledal, nombre proveniente de la materia prima con la que subsistía todo un pueblo. El “Roble” se había fundado a principios de la década del cincuenta y se había afiliado a la Liga en 1953, desde sus inicios y hasta mediados de los ’60 tuvo entre sus filas al jugador más importante de su historia y al máximo goleador de la Liga: Aníbal Mirko Di Francesco, “El caballero del gol”.

Fernando no había vivido aquella aventura, su padre Emilio era muy chico y tenía muy pocos recuerdos, pero el abuelo de Isabel y bisabuelo de Thais y Mateo, conocía a la perfección su historia. Cuando volvían de la plaza, encontraron a Don José tomando mate bajo la sombra de la parra y allí Fernando instó a los niños a que le cuenten al nono a quien habían visto.

-       Cuéntenle a Don José a quien vieron en la plaza…

-       Al “Viejo del sauce”. Acota Thais, mientras Mateo corrige.

-       “El caballero del gol”, nono.

Don José, asiente con la cabeza y agrega:

-       Un goleador mortífero en la cancha y un caballero en la vida, Aníbal Mirko Di Francesco.

Con el bisabuelo en el centro de la escena y la familia alrededor, comenzó con la narración, cosa que al viejo lo apasionaba.

Cuando cuentan de jugadores goleadores con seiscientos, ochocientos y hasta mil goles, siempre decía que, si “El caballero del gol” contase todos los goles de su carrera, rondaría los mil quinientos.

-       ¿Cómo va a hacer tantos goles? Interrumpe Mateo.

-       Yo les digo que hubo años de dos o tres goles por partido.

El “Roble” disfrutó diez y siete años del centrodelantero de los cuales quince fue goleador de toda la Liga. Siempre peleaba el título, pero el poderoso Gimnasia de Morla lo terminaba ganando, por mérito propio o por ser el club del presidente de la Liga.

-       ¿Y por qué le dicen “El caballero del gol”? Pregunta Isabel a su abuelo.

-       Ahí está su otra virtud, era tan educado, servicial y atento, que el diario provincial lo apodó así.

Aníbal Mirko Di Francesco era de esas personas a la cual no se le escapaba un solo detalle. El saludo, las muestras de solidaridad, la atención y el respeto por el género opuesto. Ingresaba a la cancha con el equipo con una docena de flores e iba regalando a las mujeres que concurrían a ver a Sportivo Robledal. El característico gesto de ayudar al adversario caído o admitir públicamente un error, hizo que el diario “La Provincia” le colocara el mote de “El caballero del gol”, cosa que lo signó para siempre.

Fernando sabía la historia, pero prefirió que sea Don José quien la cuente, ya que sabía que lo hacía feliz ver a sus bisnietos atentos a sus anécdotas.

-       ¿Nono y por qué tiene los ojos tristes? Preguntó Mateo.

-       Tiene los ojos tristes por el mismo motivo por el cual es tan solitario y callado.

-       Pero no entiendo – interrumpió Isabel – era ídolo de Talar del Sol y está viviendo Laguna del Sauce. ¿Es extraño, no…?

En el año 1967 Di Francesco iba a cumplir treinta y siete años, había salido goleador los últimos tres torneos y casi con seguridad se coronaría también ese año. El desarrollo del campeonato y el fixture habían querido que Sportivo Robledal llegase a enfrentar al tetracampeón Gimnasia, en la ciudad de Morla, en la última fecha con una diferencia de dos puntos a favor. Había dos resultados que consagrarían al “Roble” campeón por primera vez, el triunfo y el empate. La caravana más grande de toda la historia de Talar del Sol partió en búsqueda de la vuelta olímpica, En el vecindario solo permanecieron policías patrullando las calles y cuidando las casas vacías. Ni los malandras habían quedado en el pueblo. Amigos, vecinos, junto a la esposa de Di Francesco se llegaron hasta “El Coloso de Morla”, para ver un partido donde se dirimiría no solo lo más importante que era el campeón, sino que de ese partido saldría el goleador del torneo, Di Francesco de Sportivo Robledal y Camilo Cesáreo de Gimnasia encabezaban la tabla de goleadores con setenta y cinco tantos cada uno. Dos temibles goleadores, probablemente los más importantes de la historia de la región.

El “Coloso” era una caldera y el partido tuvo de todo, lesionados, expulsados, polémicas y goles. En el comienzo de la segunda etapa, Cesáreo de cabeza puso el uno a cero. Cinco minutos después con un furibundo disparo Di Francesco empató el partido. A diez del final, nuevamente Cesáreo le daba la victoria y con dicha victoria el campeonato a Gimnasia. El “Roble” fue con todo en búsqueda del empate y con los cambios ofensivos que realizó el director técnico de Sportivo, metió a Gimnasia contra el arco. En tiempo de descuento, con todos los jugadores dentro del área del “Lobo” de Morla, un balón en forma de centro tirado desde la izquierda, cayó dentro del área chica y fue empujado por Di Francesco al gol. El árbitro miró al juez de línea que corrió inmediatamente al centro de la cancha y convalidó el gol. Todo Gimnasia se le fue encima mientras los jugadores y los hinchas del “Roble” festejaban, todos menos “El caballero del gol”. La larga carrera del árbitro se detuvo y anuló el gol, provocándose una trifulca que hizo suspender el partido.

Consultado el árbitro sobre la anulación del gol fue muy claro: “Lo había convalidado pero el autor del gol me aseguró que lo hizo con la mano”. Rápidamente la noticia corrió por los medios, Gimnasia de Morla había logrado el pentacampeonato con la ayuda de “El caballero del gol”. Allí vino lo peor, la invasión de la cancha, el cachetazo en público de su esposa, la rápida huida de Di Francesco perseguido por los suyos al grito de traidor.

Dicen que salió de Morla vestido de cura con rumbo desconocido, otros aseguran que escapó en un patrullero con ropa de policía. Durante unos años nadie supo nada de él, hasta que apareció por Laguna del Sauce, futbolísticamente retirado, psicológicamente arruinado y físicamente desmejorado. Solitario, introvertido e inadvertido, sin aquella contraproducente idolatría que lo llevó a la infelicidad deportiva, pero con los principios propios de los grandes. Para los pibes y no tan pibes es el “Viejo del sauce”, para los veteranos futboleros es “El caballero del gol” aquel que no vendió su dignidad, ni por una vuelta olímpica…



Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

ITG: eduardo.quintana961
Facebook y Twitter: @ejquintana010

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