Hay momentos en la vida que uno parece haberlos vivido en un sueño, eso que comúnmente se llama “Deja vu”. Escenas de la vida cotidiana que, al presentarse, parecen comunes a algún momento pensado. Otras veces, las acciones de la vida son impensadas como en este caso, en el que jamás hubiese imaginado en toda mi existencia, el de estar delante de un psicólogo. Las consecuencias de una vida ligada al fútbol, con un racinguismo casi religioso, tenían respuesta en el pequeño Giovanni. Es que esa enfermedad, que se inocula en el vientre de la madre, es incurable, y de ahí que un niño no distinga la bandera de su país con la de Racing; que una canción de cuna sea la misma que canta la hinchada el domingo en el “Cilindro”, o que un insulto no sea reconocido como tal y se produzca dentro del aula. La docencia y la psicología deberían entender que el niño, no es el total culpable de sus actos y menos, si ese niño, es hincha de Racing.
Giovanni, imaginen la proveniencia de su
nombre, tiene solo seis años y con ellos una vuelta olímpica, dos
participaciones en la Copa Libertadores y una final de Copa Argentina. Él no
conoce las vicisitudes y fracasos que vivió su padre, ni las épocas de gloria
que disfrutaron sus abuelos y bisabuelos. Es difícil explicarle mis treinta y
cinco años de sequía, lo del calefón, el gallo, las papas, el alquiler del
primer equipo, aquello de la exorcización y ni que hablar de la “vieja
chiflada”. Él no entendía de derrotas, porque había nacido en la mejor época de
los últimos cincuenta años, pero había legado la misma enfermedad que se
potenciaba con las victorias.
La psicóloga me miraba extrañada cuando le
contaba estas cosas, porque era un tipo grande para tener un niño tan chico y
por sus ojos asombrados, parecía que lo mío rondaba con la locura extrema. Pero
no, así era la herencia que pasaba de generación en generación y todos felices
con la locura. Pero ella no tenía el suficiente sentimiento como para
entenderlo y me repetía que un niño, como Giovanni, no podía tener un ídolo
carnal. La interrumpí, no quedaba otra, ahí le expuse que el tipo había vuelto
a nuestro país después de ganar absolutamente todo lo que había jugado, que
había dejado los lujos europeos con el único fin de sacar campeón al club del
cual era hincha. Ella meneaba la cabeza. Es más, seguí el monólogo; cumplió su
sueño el año que llegó e incluso jugó la Copa Libertadores, y si es ídolo de
tantos, por qué no puede ser el superhéroe de Giovanni.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hazte miembro de este blog y tu mensaje respetuoso, siempre será bienvenido
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.