Una anécdota de la visita a San Luis
Pasamos algunos días en unas bellas cabañas de Potrero de
los Funes, las mismas de siempre. Seis cabañas, seis familias desconocidas y
una historia cada año.
En una de las cabañas superiores, una familia de Río Grande
compuesta por la pareja y sus tres hijos, en la misma línea que la que
habitábamos MF, mi hijo y yo; bajo nuestro, una pareja mayor. Enfrente, en la
misma línea, una pareja con dos jóvenes y abajo, una familia mayor con dos
hijas jóvenes y atractivas.
Pasado el mediodía del lunes y mientras charlábamos en el
balcón con MF, la familia de Río Grande terminaba de degustar un asado.
Carolina, la mamá, bajaba la escalera con una ensalada de frutas en cada mano.
Faltando 5 escalones, resbaló pegando la nuca contra uno de los filos. Todos
escuchamos el grito y el golpe. La imagen siguiente fue Carolina desmayada en
brazos de su esposo. De cada cabaña, todos salimos corriendo con mayor o menor
velocidad. Al llegar la señora estaba desmayada, no le sentíamos el pulso, ni
escuchábamos la respiración. Hicimos todo lo que en forma casera aprendimos,
más lo que profesionalmente realizaba Paloma, la encargada de las cabañas y el padre
de la cabaña seis. Mientras una de las hijas de la cabaña cinco llamaba a la
ambulancia y la encargada reportaba a un sitio de emergencias. Hielo en la
nuca, agua en la cara, el amor del marido y Dios, obvio, hicieron que
despertara. Minutos después llega la ambulancia para proceder a llevarla al
Hospital de Juana Koslay. Jamás contaría la anécdota, si no hubiese tenido un
final feliz. Carolina volvió del hospital, bajó de su auto y caminó, ante el aplauso
de todos. Fue solo un susto.
Ustedes se preguntarán: ¿Dónde encaja el fútbol en la anécdota…?
Cuando llegó la ambulancia, el médico y el camillero bajaron
con la parsimonia típica y a su vez envidiable del cuyano. Una de las
chicas entre dientes dice:
-
¡Qué tranquilidad tiene este hombre…! Buscando
complicidad en mí persona.
-
Acá la gente vive con dos cambios menos. Le
contesto, mientras ella me sonríe asintiendo.
La madre y la hermana se acercan unos pasos y pregunto en
general:
-
¿Son porteños…?
-
No, pampeanos. Responde la más chica de las
hermanas.
-
¿De qué lugar de La Pampa? Pregunto para
emparentarlo con lo que conozco de la Liga Pampeana.
-
Colonia Barón…Me contesta como con timidez o
bien como diciendo: “De un pueblo que, seguro, no conocés”
Sin espacio para la explicación y con voz alta, exclamé:
-
¡Aguante Cultura Integral…!
Una mezcla de sorpresa, satisfacción y orgullo en toda la
familia Martínez…
Una tragedia que no fue y la muestra que en cualquier tipo
de relación, el fútbol siempre está.
Eduardo J. Quintana
@ejquintana010
Permitame aplaudir esos caos que se distorsionan con la sonrisa brillante del futbol. Gracias por contarlos!
ResponderEliminarHola creo haber estado en la misma cabañas en la misma época y viví el episodio nosotros estábamos de bajo de ellos con dos nenes si sabía te gritaba aguante Chicago!!! Uno de mataderos lo grita siempre por las dudas....uno de mis nene se abrió la.cabeza con una silla unos días después
ResponderEliminarHubiéramos hablado del Gomito y demás...
ResponderEliminarVaya casualidad.
Abrazo de gol
Espero un cuento de Chicago!!!
EliminarChicago tiene un cuento dedicado en "Con la ilusión en ascenso - Cuentos de Fútbol" (el primero de la saga), a través de un homenaje a su ídolo: el Gomito Gómez. El cuento se llama "La causa de mi divorcio".
EliminarAbrazo de gol