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Este es un humilde sitio donde podré difundir también mis escritos. Volcaré semanalmente algunos de mis cuentos editados e inéditos para que la gente pueda disfrutarlos.



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viernes, 30 de octubre de 2020

El barrilete del abuelo

 ¡Feliz Navidad Futbolera...!


Cuando hace cuatro años Don Jaime quedó viudo, se internó en la tarea de ejercer una protección personal sobre su nieto. Su jubilación, al margen de su subsistencia, estaba destinada a contribuir, con pequeños detalles a la felicidad de Diego. El ejemplo era su biblioteca llena de pequeños libros infantiles y sus juguetes didácticos. El niño, gustoso, pasaba gran tiempo libre escuchando las historias de su abuelo, esos ejemplos simples de la vida. Una mañana leyéndole un cuento a Dieguito, nombró la palabra barrilete. El niño, que llevaba su nombre en homenaje al mejor jugador de la historia del fútbol, preguntó:

-          ¿Barrilete cósmico?

-          No Diego, un barrilete terrenal

-          ¿Y qué es un barrilete…?

-          ¿Nunca viste un barrilete, Dieguito?

-          No abuelo

En ese momento Melina, la nuera de Don Jaime y mamá de Diego, lo llamó para almorzar y prepararse para ir al colegio. Esa tarde, el abuelo, fue a la ferretería del barrio y a la librería, para comprar las cosas y poner manos a la obra. Al volver a su casa, se cruzó con su hijo Hernán que cortaba el pasto.

-          ¿Qué hacés viejo?

-          Bien nene, ¿vos?

-          Todo en orden, arreglando el jardín.

Un silencio

-          ¿Y eso…? Señalando las bolsas.

-          Una sorpresa para Dieguito.

-          ¿Sorpresa? Hmmm, eso suena peligroso

Así se fue Don Jaime a trabajar a su tallercito del fondo, donde no solo guardaba recuerdos, sino que tenía su mesa de trabajo. Vivían en casas separadas, dentro de un mismo terreno y en el fondo, en un lugar impenetrable e intocable, el abuelo Jaime tenía el lugar donde pasaba la mayor parte del tiempo. Había una sola persona que tenía acceso a ese altar privado, Dieguito.

Pasó el viernes entero con Don Jaime inserto en aquella sorpresa. A la hora de la cena, la luz del “galpón” seguía encendida y desde la cocina, Melina le pregunta a Hernán:

-          ¿En qué anda tu viejo?

-          No sé, me dijo que le estaba preparando una sorpresa a Diego.

-          ¿Qué será?

-          No tengo idea, igual es peligroso

Finalizada la cena, con los platos lavados y prestos a dormir, Hernán visitó a su padre, que se asustó con su entrada al taller.

-          Eh viejo, no te asustes…

-          Pensé que era Dieguito y no quiero que vea lo que hago.

-          Epa, te está quedando bien.

-          ¿Te acordás hijo, cuando te los hacía para vos?

-          ¿Cómo me voy a olvidar? El cometa, ¿te acordás del cometa?

-          Sí, con una cola de un metro y medio

-          Los Saucedo, salieron a la calle muertos de envidia. ¡Qué lindo recuerdo viejo…!

-          Era tan grande que hacía sombra…

-          Lo que lloré cuando se cortó el hilo.

-          Me acuerdo Hernán, me acuerdo porque la abuela me pidió que te haga otro.

-          Y me lo hiciste…

-          Claro, te hice el rombo con el escudo de Huracán…

-          Y le pusimos el hilo más fuerte…

-          Me salió carísimo, eran doscientos metros de doscientos cincuenta gramos, un dineral.

-          Ese lo tiramos de grande, viejo. Estuvo acá en el galpón de adorno. ¡Qué hermoso recuerdo…! ¿Querés que te ayude?

-          Dale, ayúdame a tensar el papel y lo termino de pintar armado…

-          Ahí vengo, viejo…

Allí fue Hernán a avisarle a Melina que se quedaba ayudando al Don Jaime y a preparar el termo para el mate. Era una noche larga y de hermosos recuerdos. Terminaron antes del amanecer, el viejo tenía una felicidad enorme, había quedado impecale. Añadieron el hilo con un nudo de pesca perfecto, e hicieron un ovillo de doscientos metros. El trabajo estaba finalizado.

Se fueron a dormir unas horas. A la mañana, como cada sábado, Don Jaime y Dieguito irían a la plaza, junto a la vía muerta; la diferencia era que esa mañana, Hernán y Melina llegarían con el barrilete enorme para sorpresa del niño. Después de unos tiros con la pelota, aparecieron los padres del niño.

-          ¿Cómo andan?

Preguntó Melina ante la sorpresa de su hijo, que corrió a abrazarla.

-          Vení papi, vení a patear que el abuelo ataja.

-          Esperá Diego, ahora vengo.

-          ¿Dónde vas abuelo…?

-          Ya vengo, ya vengo…

Allí fue el abuelo hasta el auto. El viento corría de sur a norte. El cielo estaba limpio y el sol, que se elevaba, brillaba más que nunca. Don Jaime, aseguró el barrilete, desenrolló treinta metros de hilo y comenzó una larga carrera al grito de: ¡Diegoooooo…!

El niño giró su cabeza y señaló a su abuelo. Hernán, abrazado a Melina, con una sonrisa de satisfacción en su rostro y lágrimas en sus ojos, admiraba la escena. Dieguito que sale corriendo detrás de su abuelo, que iba soltando hilo mientras el barrilete se elevaba, logrando en un par de minutos su máxima altura. El niño gritaba de alegría, mientras Don Jaime le explicaba:

-          Ves Diego, eso es un barrilete…

-          Es hermoso abuelo.

-          Tomá, sostené el hilo y mové el brazo así…

El abuelo le explicaba a su nieto como mantener el barrilete en lo alto. El niño repetía el movimiento de su brazo derecho, el viento hacía lo suyo.

-          Mirá papá, mirá mamá, con el abuelo vamos a llegar al cielo

Felicidad plena en el abuelo, adrenalina en su máxima expresión en el nieto y el barrilete volando allá cerca del cielo, con la cara de Diego Armando Maradona dibujada a la perfección, con un número diez acompañando la imagen.

Era el barrilete del abuelo Jaime. Era el barrilete cósmico de Diego…


(Foto extraída de Internet)

Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

ITG: eduardo.quintana961
Facebook y Twitter: @ejquintana010


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