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jueves, 31 de mayo de 2012

Sinfonía en do mayor


Los palcos colmados con ese característico nivel social típico de las funciones de gala, mucho smoking,  mucho moño, mucho vestido largo, mucho perfume importado. El resto del auditorio, abarrotado en su totalidad por cientos de personas habitué y no habitué de estos menesteres sinfónicos de gala.

La familia y los amigos del Colorado Lingieri, que ocupaban las primeras filas del teatro, vivían el momento con la dicotomía de la alegría y los nervios. Nadie sabía más que ellos todo lo que había estudiado, trabajado, ensayado, el Colorado para llegar a este momento, único, sublime.

Dentro del camarín, esperaba inquieto César Lingieri, pianista por vocación, músico por herencia familiar y futbolero por sentimiento popular; quien, mientras escuchaba el clásico, preparaba los últimos detalles de su salida. Su hermana y productora Sonia, también música, también pianista y encargada de la organización del concierto, pasaba el último parte sobre la situación de los concurrentes al evento.



-       Lleno total Colo, no hay más espacio, todas las entradas vendidas y el ansiado cartelito “No hay más localidades” puesto en ventanilla.

-       Qué bueno hermana, eso me hace muy feliz, aunque no están todos, faltan los pibes del barrio…

Con cierto dejo de nostalgia, mientras la radio, en la voz del relator, nos contaba un partido ida y vuelta, con predominio alternado, el Colorado Lingieri lamentaba que sus amigos de andanzas no pudieran estar en este día mágico en su vida.

Para el futbolero, un clásico es un clásico, un partido único e irrepetible y justo el clásico se jugaba ese día sábado por la noche, pese a todas las vicisitudes que traen aparejados los partidos nocturnos y sobre todo en este clásico que tenía connotaciones de alto riesgo.



-       ¿A qué no sabés quienes están Colo? – pregunto Sonia.

-       ¿No me digas que vinieron los pibes?

-       No, está el Director de Cultura de la Ciudad, el Ministro de Cultura de la Nación, el dueño de la revista Musical Home y los principales críticos de los diarios…¿Me estás escuchando Colo?

-       Si, si…

El partido llevaba la atención del músico y en verdad su estado de tranquilidad con respecto a su próximo ingreso a la función, era admirable y muy valedero.

-       También vinieron el Gordo y Fito, los tenés que ver de traje…

-       ¡Qué grande, no me podían fallar…!  Seguramente deben estar escuchando el partido.

El telón cerrado, semioscuridad en el escenario, el piano en el centro y el murmullo de fondo. La función comienza. El Colo, se abraza con su hermana, frota sus manos, hace trinar sus dedos y camina lentamente hacia el piano.

Parado elegantemente a su lado, el telón que abre sus brazos y el círculo de luz que los encierra. Aplausos y más aplausos de recibimiento y el típico saludo a la platea.

Sonia, seguía los movimientos atentamente desde un costado.

Ya sentado junto al piano, acomodó algo en su oído izquierdo, el contrario a la vista del público. El  silencio se apropió del recinto y el concierto comenzó con un alto grado de emotividad. Seis temas consecutivos, con todo el talento puesto en escena. La magia del Colorado hizo vibrar a los presentes, que de pie, aplaudieron al músico.

El telón que cierra sus alas y Sonia que se acerca al Colo, y con cara de asombrada le pregunta:



-       ¿Estás escuchando el partido, inconsciente?

-       ¿Qué, se notó mucho?

Faltaban quince minutos, los últimos minutos de un clásico jugado de ida y vuelta, con un resultado incierto. Cualquier futbolero de ley se pondría nervioso y el fútbol lo había logrado, el Colo estaba nervioso, justo instantes antes de comenzar la segunda etapa del concierto.

El ritual seguía su marcha, sentado junto al piano, el Colo esperó la apertura del telón, ajustando el auricular en el oído izquierdo, donde el relato se hacía cada vez más intenso.

El séptimo tema estaba en marcha, una especialidad del Colo: “la sinfonía nº 41, Júpiter, en do mayor” de Wolfgang Amadeus Mozart, todos quienes lo conocían sabían que disfrutarían del momento sublime de la noche. La excitación iba en aumento, mientras el relato consumía minutos en el oído izquierdo del Colo. El desplazamiento de las manos, sus ojos cerrados, el movimiento de su cabeza acompañando la maravilla que de su talento emanaba.

Tiro libre en la puerta del área. Silencio de respeto, de admiración y el éxtasis que sus manos libradas de tiempo y espacio, puestas al servicio de un talento único.

La caricia a las teclas del piano celestial, se une a la caricia del pie derecho del Polaco que inclinando el cuerpo, impacta el balón haciéndolo realizar una comba, casi igual a la belleza de la melodía. Y las manos que se detienen y el silencio que se hace carne,  cuando Leo desde la radio grita el gol…



-       Goooooollllll, Goooollll

De pié y mirando al público, con la cara desencajada de felicidad, los puños cerrados y los brazos en alto, dirigiendo su gesto específicamente al Gordo y a Fito, que parados en sus butacas, devolvieron los gritos de felicidad, revoleando sendas camisetas.

Mientras Leo Gentili, en su relato, invocaba la magia del Polaco, que con su enorme talento, colocaba el balón lejos del alcance del arquero de Defensores, dándole el triunfo sobre la hora a Excursionistas, para felicidad del Colo, quien se sentó en el piano y desplegó todo su talento, logrando que la noche mágica tuviera un final mucho más que feliz…


Eduardo J. Quintana

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