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miércoles, 30 de noviembre de 2022

La presencia de Sandro

 

Como manejar los nervios en la previa de una “final”, como es cada partido definitorio de un campeonato mundial. La definición se había adelantado al segundo partido de la fase de grupos. Ganar o ganar comenzó a ser, tempranamente, la única alternativa y ellos lo sabían.

¿Quiénes eran ellos, se preguntarán…? Es simple, ellos eran cinco viejos amigos del barrio y de la vida. Esos amigos de aventura, de la colimba, de la barra, del bar. Viejos amigos en el verdadero sentido de las palabras. Todos de la década del ’50, todos rondando los setenta y pico. En realidad, de los cinco eran cuatro con achaques típicos de la edad.

Habían vivido muchos mundiales y varios de ellos juntos. Pero todos recordaban uno en especial y era Argentina ’78. En casa de Fede, en los viejos sillones, los cinco jóvenes amigos vieron por televisión aquel partido frente a Polonia, en el “Gigante de Arroyito”. Esa noche que Kempes se consagró ídolo total del fútbol argentino. Dos goles y un atajadón, para que el “Pato” Fillol le saque un penal al polaco Deyna. Rondaban los veintitrés y veinticinco años. Venían de hacer el servicio militar. Aquella vez se juntaron como cábala, porque cuatro años atrás, para el Mundial de Alemania 1974, no lo habían podido hacer porque tres de ellos estaban en la colimba y la Selección cayó por 3 a 2.

Siempre se juntaban para los mundiales y este 30 de noviembre, lo iban a repetir. Solo había algo que iba a romper la cábala y era que, Sandro, había fallecido en plena pandemia. Su ausencia se iba a notar, como se notaba en cada reunión. Sandro era primo hermano de Juan, el Poli, que no era “policía”, sino “poligriyo”. La barra se completaba con el Chato y su hermano menor Pilo.

Como todo veterano, Federico tenía la casa exactamente igual que la había heredado de sus padres. Solo habían cambiado detalles de pintura, algunos muebles, color de pintura y el tamaño del televisor. Pero lo importante, el sillón grande para tres y los dos sillones individuales eran los mismos. Estaban tan bien cuidados, que hasta tenían el mismo tapizado bordó de siempre. La mesita con una picada, como aquella vez en el ’78 y muchos nervios.

El Poli, Pilo y el Chato en el sillón grande, como el día de aquel partido por la segunda ronda en Arroyito, Fede en un sillón individual y el otro vacío. Un vacío que generaba tristeza.

Una de las paredes del living, tenía un mural grande en blanco y negro con la imagen de los cinco amigos en las piletas de Ezeiza, mostrando total alegría. En la televisión, los jugadores que se metían en el vestuario luego del precalentamiento. En la calle, silencio total y el timbre que suena…

-       ¿Quién será ahora…? Pregunta al aire Pilo.

-       Debe ser alguien pidiendo ropa. Acota Federico.

-       ¿Voy…? Pregunta el Chato.

-       No, dejá que voy yo -acota Fede- está cerrado con llave.

Pasaron un par de minutos, los jugadores que salían a la cancha y Fede que no venía.

-       ¿Qué habrá pasado…? Pregunta, preocupado, el Poli.

-       Voy a ver…

Y cuando el Chato se levantaba, abre la puerta Fede, con los ojos llorosos y una urna en la mano.

-       Ahora estamos los cinco…

Mientras depositaba la urna con las cenizas de Sandro en el sillón vacío, desde Catar, llegaban las estrofas del himno que, los cuatro amigos, entonaron con mucha emoción…


(Foto extraída de Internet)


Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

IG: eduardo.quintana961

Facebook y Twitter: @ejquintana010

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