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sábado, 3 de diciembre de 2022

Consejos de Doña Chicha

 

Me desperté sobresaltado, no era un sábado más. Sudoroso, mal dormido, con la boca reseca y demás está decir, preocupado. Preocupado porque pasamos del derrotismo propio del pueblo desilusionado, a un exitismo difícil de manejar.

No sé cómo explicar mi estado de ánimo. Podría definirlo como estado de ansiedad:

“Afección por la que una persona tiene preocupación y sentimientos de miedo, terror o intranquilidad excesivos”

Eso era lo que vivía...

Mi esposa no estaba y llegaría a casa a la hora del partido. Solo, me fui a caminar y despejarme. Era imposible. Los balcones adornados con banderas celestes y blancas, los autos circulando por la avenida tocando bocina y la gente con camiseta de la selección, era mayoría. Imposible abstraerse.

No duré mucho caminando, entre el calor y los nervios tomé la decisión de volver al departamento. Al entrar, me encontré con uno de los vecinos con quien más confianza tenía.

-       Toto ¿Cómo estás?

-       Bien Daniel, menos nervioso que otras veces -contestó mi vecino- después de lo de México y Doña Chicha, estoy más tranquilo.

No reaccioné inmediatamente, treinta segundos tardé en hilvanar a Doña Chicha con la vecina del edificio.

Doña Chicha, era una mujer nacida en Luque, Paraguay. Su nombre era Ramona Azucena Zunilda Salcedo Benítez, Doña Chicha para todos los vecinos. Una mujer dedicada al prójimo. Tiraba las cartas, curaba el empacho, deshacía nudos, entre tantas cosas supersticiosas. Se la conocía por hacer siempre el bien y en la mayoría de las ocasiones, gratis. Sus proezas la hacían una mujer querida en el vecindario.

No dudé, ingresé al edificio y me dirigí a golpearle la puerta, que abrió al instante.

-       Daniel, buenos días. ¿Qué lo trae por acá?

-       Hola Doña Chicha, ¿Cómo anda usted?

-       Bien, muy bien. ¿Usted?

-       Bien Doña Chicha, esperando nervioso el partido de la selección.

-       Tranquilo Daniel, es un partido de fútbol

-       Es verdad. ¿Puedo hacerle una consulta?

-       Cómo no, pase un momento.

Fueron quince minutos de reflexión y consejos. Me pidió que mantenga en secreto todo cuanto me dijo y que, la eficacia, dependería de la energía que le aplique. Me fui raudamente al departamento y realicé lo recomendado por Doña Chicha.

Cuando comenzó el partido estábamos mi esposa y yo sentados en los mismos lugares que en el partido con México. Los chicos estaban en casa de sus amigos siguiendo la cábala.

El partido fue disfrute y sufrimiento, fue buen fútbol y goles. El 2 a 1 fue tan corto como contundente y los cuartos de final serán contra “La Naranja Mecánica” el próximo viernes.

María José se levantó de su sillón y me preguntó:

-       ¿Te sirvo algo fresco, Dani…?

-       Dale -le contesté entre eufórico y relajado- ¿Compraste algo para comer?

-       Sí, ahora traigo.

Y mientras repetían los goles y mostraban los festejos de la gente en las calles argentinas, María José abre la puerta superior de la heladera para sacar hielo.

Con la apertura del freezer, se descomprimió y asomó violentamente la cabeza del “peluche canguro”, de mi hija, que había puesto apretujado a pedido de Doña Chicha.

El efecto la cábala tuvo un rotundo éxito y eso valía cualquier grito, cualquier desmayo, cualquier golpe y hasta los tres puntos que le aplicaron, en la guardia del hospital, a la pobre de María José, que jamás se imaginó lo que vendría al abrir el freezer.

El golpazo iba a pasar y habría que pensar como sería el partido con Países Bajos…

Cuestión de cábalas y seguir los consejos de Doña Chicha…


(Foto extraída de Internet)


Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

IG: eduardo.quintana961

Facebook y Twitter: @ejquintana010

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