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martes, 1 de junio de 2021

La promesa del doctor

 

Dedicado a Cristian

 

En el transcurso de una vida pueden encontrarse miles de historias, muchas de esas particulares y otras, únicas e irrepetibles. Aquellos que nacieron a fines de los 50 y comienzos de la década del 60, transitaron algunos hitos históricos. Entre ellos tres que marcaron a fuego una generación: la dictadura cívico militar, la guerra de Malvinas y la pandemia mundial del Covid 19. Marcados por el destino que impone alguien superior o quien sabe quién, esa franja etaria que ronda los sesenta años, dejó mucha gente en el camino.

Antonio “Tony” Trueba trabajador vitivinícola mendocino, se casó con Mercedes Salto, matrimonio que solo duró ocho años, los necesarios para que nacieran los gemelos Gabriel y Javier, quienes no llegaron a convivir, ya que Tony tenía una vida paralela con otra mujer, lo que provocó que Mercedes tomara sus pocas cosas, a sus dos hijos y se fuera de su casa.

Su vida no era fácil. En una provincia en la cual “Tony” Trueba había acumulado un cierto poder, no podía seguir, por lo tanto, se mudó a vivir a San Luis, primero en casa de unos familiares indirectos y luego viajar a Buenos Aires para trabajar como personal doméstico con cama adentro. El gran inconveniente surgió por dos vías. La legal, con la presión del padre para tener a sus hijos y por otro lado, la negativa de la “patrona” de Mercedes de cobijar a los dos niños. El acuerdo fue salomónico y tremendamente doloroso; en especial para la madre. Despegarse de un hijo no era una cosa natural, separar a gemelos era traumático y entregar a su padre a ambos hijos, sería psicológicamente irremontable. El tema fue la elección, que quedó en manos de la jueza. ¿Cómo se determinó que hijo quedaba con la madre y cual con el padre?

Privó la parte médica, ya que Javier tenía un problema crítico de asma y la jueza, en concordancia con los facultativos, decidió que sea él quien viva con su padre. No solo por el clima seco de Mendoza, sino porque su padre estaba en muy buena posición económica y podía costearle el oneroso tratamiento. La despedida fue triste. Los gemelos no tenían noción que, por mucho tiempo, se dejarían de ver. La madre sabía que los separaban para siempre. La escena fue conmovedora. Javier se fue con el padre a Mendoza, a vivir una vida donde nada iba a faltarle. Adoptó el apellido de su padre y muchas de sus actitudes con la vida. Nunca fue un gran estudiante, pero tenía el don del dominio de la pelota con sus pies, caracterizándose por ser un gran wing derecho, de mucha velocidad y centro preciso a la carrera.

Gabriel, vivió una vida más sufrida, donde nada le faltó y en la cual pudo estudiar, con el gran sacrificio de su madre y el cariño que le tomó la familia Fernández Villar, que lo cobijó como un hijo más. Tanto en la primaria, como en la secundaria, fue un estudiante brillante, abanderado y mejor promedio año tras año. Desde muy niño se puso una meta: ser médico

Una única cosa unía a Tony, Mecha, Gabriel y Javier, el amor por el club de su pueblo, ese que se lleva en el corazón desde el momento de nacimiento y que se engrandece con la distancia y el desarraigo: el Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba.

El “Tomba” es uno de los clubes grandes de la Provincia de Mendoza, ubicado en el “Gran Mendoza”, más precisamente en la localidad de Godoy Cruz y tiene una rica historia que se inicia un 1° de junio de 1921, fecha en que se fundó bajo el nombre de Club Sportivo Godoy Cruz.

En el año 1982 estalló la guerra de Malvinas y los encontró a cada uno en su lugar de hábitat, pero bajo bandera. Épocas de conscripción para todos aquellos jóvenes sorteados, nacidos en 1962 y 1963. Ambos en el ejército, ambos con la instrucción realizada y camino a la baja que no fue tal. El conflicto los llevó, desde cada lugar, a las islas en una locura sin precedentes que marcó a ambos. Eran muy jóvenes y tenían muchos sueños por cumplir. Gabriel, recién ingresado a la Facultad de Medicina, con esa obsesión de ser médico. Javier, tenía entre sus expectativas llegar a la primera división de su club, justamente, el “Bodeguero”. Ambos, fusil en mano esperando al invasor mil veces superior, con un valor único. El trato de los oficiales propios no era el mejor y el contraste en el carácter de los gemelos, era superlativo. La tranquilidad y el respeto a sus superiores de Gabriel y el contrapunto de Javier, con su indocilidad y su irrespetuosidad de nene bien.

En el año 1930, más precisamente un 26 de septiembre, logró su fusión con el Club Bodega Antonio Tomba, adquiriendo el nombre de Club Sportivo Godoy Cruz Tomba, que llevó hasta que, definitivamente, en 1941 adoptó el nombre que utiliza hasta hoy: Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba.

Una confusión de un teniente fue clave en el futuro de los gemelos. En un ensayo previo a la llegada de las fuerzas británicas, Javier Trueba incumplió un orden y fue castigado. Estaqueado casi desnudo bajo el frío insular, sufrió un ataque de asma y tuvo que ser llevado al hospital de campaña. El rostro de Javier quedó grabado en la memoria de quienes lo vieron castigado.

Poco tiempo después, en un pelotón que circulaba a pie y que iba a tomar una posición determinada, Gabriel Salto se cruzó con aquel teniente que había castigado cruelmente a su hermano. Pasó a su lado, se detuvo y gritó:  – ¡Alto…!

Gabriel, que no sabía lo que había pasado, jamás imaginó lo que venía a continuación. El Teniente Montes, así se llamaba el individuo, se acercó y al oído le dijo:

-          ¿Usted se cree vivo?

-          No

-          ¿Cómo dijo…?

-          ¡No señor…!

El sargento se acerca y pregunta que pasó con el soldado y el Teniente Montes, con un tono autoritario, explica:

-          El soldado está castigado

-          ¿Cuál sería el motivo, mi teniente?

-          Falta de respeto a un superior, sargento. Lleve a este soldado al calabozo.

-          Pero teniente, debe haber un error.

-          ¡Es una orden…!

Allí fue llevado el soldado Gabriel Salto, sin entender el motivo y con la sorpresa que, al llegar, el sargento que lo recibe, le dice:

-          ¿Se cura rápido el asma, soldado?

-          ¿Qué asma, sargento?

-          ¿Ah, también sos un gran actor?

-          ¡No señor…!

-          ¿Ah, encima te hacés el vivo…?

Pasó el día en un calabozo: solo, oscuro y frío. Sin agua y comida. En la madrugada, fue levantado por un oficial y llevado al campo, donde lo sometieron a distintas pruebas de resistencia que, con el paso del tiempo, pasaron a ser vejámenes. Como era normal, entre el frío y el desgaste, los golpes y el cansancio, Gabriel Salto finalizó en el hospital.

Agotado, deshidratado y con signos de violencia física en varias partes de su cuerpo, fue asistido con suero y calmantes. En un momento determinado, con el cambio de guardia de enfermeros y la recorrida habitual de control, el nuevo profesional lo consultó medio de memoria:

-          ¿Cómo estás Javier?

-          Gabriel, me llamo Gabriel.

El enfermero retrocedió, tomó la planilla que estaba al pie de la cama y en voz alta repitió:

-          Soldado Javier Trueba – Clase 1962

-          Ese es mi hermano, mi nombre es Gabriel Salto y obvio, también soy clase 1962

-          ¿Salto, Trueba, Javier, Gabriel…?

El enfermero que se retira sin saber que ocurría y poco tiempo después vuelve con otra planilla.

-          ¿Vos también sos hincha del “Tomba”?

-          Sí señor, soy hincha de Godoy Cruz. ¿Usted también?

-          Por supuesto, de Gobernador Benegas y del “Tomba”.

-          Yo vivo en la Ciudad de Buenos Aires, pero nací en Mendoza

-          Sé la historia, me la acaba de contar tu hermano Javier.

-          ¿Javier…? ¿Dónde lo vio a Javier?

-          Está acá, internado, a pocos metros. Es idéntico a vos.

No se conocían, los separaron de muy niños y nunca más se volvieron a ver. La adrenalina por encontrarse hizo que, rápidamente, en cuestión de días, se recuperaran de sus inconvenientes. Fue Gabriel quien se acercó a la cama de Javier, para estrecharse en un profundo abrazo. Los médicos y enfermeros quedaron atónitos por similitud de los gemelos. El jefe médico, subteniente Martínez, elevó un informe. Ese informe recayó en el teniente coronel Farías quien, con su rectitud, pidió la baja inmediata para el Teniente Montes, quien fue enviado al continente, donde se le inició un sumario por los vejámenes producidos a los gemelos Javier Trueba y Gabriel Salto.

Un par de días de recuperación sirvieron para ponerse al tono con la historia individual y de la familia. Saber en forma cruzada como estaban sus padres, como era la vida en cada ciudad y también saber algo más sobre el “Bodeguero”.

Días después, con las fuerzas imperiales a punto de desembarcar al mando de Jeremy Moore y pese a estar asignados a la defensa de Monte Longdon, no se volvieron a cruzar. La preocupación de uno por el destino del otro quedó en suspenso hasta la vuelta al continente. Con la derrota consumada la vuelta fue dura, inimaginable e increíble. Los gemelos estaban vivos y tanto en Mendoza, como en la Ciudad de Buenos Aires, tanto la familia Trueba como los Salto respiraron de alivio.

Atrás quedaron las anécdotas de uno y otro, contadas tanto a Mercedes, como a “Tony” que internamente deseaban con fervor volver a ver a la otra parte de su vida. Pero no pasó, no volvieron a verse. Hasta que en junio de 1994 la familia Salto, encabezada por Mercedes y Julio, su nuevo esposo; Gabriel y su esposa Marcela, junto a Nahuel, Simona (sus hijitos) y sus dos nuevos hermanos, viajaron a Mendoza con motivo de presenciar en el Estadio Feliciano Gambarte, la primera final por el tan ansiado ascenso al Nacional B del “Expreso”. Ante un lleno total, como era previsible, sería difícil encontrarse. Pero la platea de “La Bodega”, tampoco era tan grande y estaba habitada por gente conocida. La noticia corrió de boca en boca, hasta llegar a Graciela, le esposa de “Tony” Trueba, quien se la comunicó a Javier.

El Estadio Feliciano Gambarte, conocido como “La Bodega” fue inaugurado el 3 de octubre de 1959 bajo la presidencia de Don Jorge Federico Schmitt.

Los nervios, la situación, el tiempo perdido, el abandono todo jugaba en forma negativa para el encuentro. Pero era un día de fiesta para la familia “Tombina”. El abrazo de los ex combatientes fue acompañado por un aplauso de reconocimiento a los héroes de Malvinas. El saludo frío de Gabriel hacia “Tony” y su familia, fue inversamente proporcional al llanto en el abrazo de Javier y su mamá biológica. Incontrolable la emoción de ambas familias y de quienes estaban a su alrededor. Casi treinta años habían pasado de aquel día de la triste decisión de Mercedes. Doce años habían transcurrido desde aquella tarde en el hospital de campaña de Malvinas y muchas historias.

Fue emoción y alegría, Godoy Cruz Antonio Tomba hizo lo que tenía que hacer, ganó su partido de local, con gol de Alberto Naves y se prepararía para la vuelta en Misiones, donde volvería a contar con su ídolo y goleador el “Cachorro” Abaurre. Posterior al partido hubo una linda charla entre madre e hijos de la que no intervinieron los restantes familiares. “Tony” llevó a sus nietos a los juegos de la plaza, siempre con el beneplácito de Marcela, que veía a sus hijos contentos conociendo a su abuelo de los cuentos. Muchas veces habían preguntado por el papá de Gabriel y como no había relación posible para contar, inventaban historias.

Fue una semana donde la importancia del fútbol quedó en plena evidencia. Con las distancias del caso y de la triste historia, el “Tomba” fue prenda de unión y reencuentro de seres con un pasado de amor y presente de sangre común. De un asado en la viña de los Trueba, surgió la idea de ir a Misiones a ver la revancha del “Bodeguero” frente a “La Franja” por el ascenso al Nacional B y así fue, el domingo 19 de junio de 1994, con mil ochocientos kilómetros recorridos, las familias Trueba y Salto se hizo presente en el estadio misionero. Fue un partido luchado, con una resistencia heroica del “Bodeguero” y la felicidad plena de la familia, reflejada en el profundo abrazo entre Gabriel y Javier, que hizo emocionar a propios y extraños. Con el empate, el ascenso al Nacional B era una realidad.

El “Tomba” se mantuvo en ese torneo por 12 años. Los primeros campeonatos fueron muy positivos, en tres oportunidades consecutivas clasificó Torneo Reducido; pero también estuvo cerca de descender, aunque ese riesgo no pasó a mayores.

El hecho de jugar seguido en Buenos Aires, hacía que Gabriel, ya recibido de médico y Javier, con el fútbol olvidado y trabajo permanente en la finca de los Trueba, se juntasen más seguido, forjando así algo más parecido a hermandad.

La primera final en Mataderos en el 2006, volvió a reunir a los Salto y los Trueba, esta vez en Buenos Aires. El vínculo había mejorado, salvo entre Gabriel y su padre biológico “Tony” Trueba. Entre ellos no había acercamiento. El dolor de su madre ante aquel acto irracional de separar a los gemelos, Gabriel no lo perdonaba. El gol de Torresi que ponía la ventaja y la heroica resistencia, después del empate de Higuaín, para llevarse un sufrido y trabajado punto del “República de Mataderos”. La vuelta a Mendoza fue con las dos familias juntas, llegaba la oportunidad de ascender y ninguno se lo quiso perder. Fue un 20 de mayo de 2006, en un Estadio Malvinas Argentinas repleto que, con goles del Tanque Jiménez y del “Barba” Villar, Godoy Cruz derrotaba a Nueva Chicago por 3 a 1 llegando por primera vez en la historia, a la categoría máxima del Fútbol Argentino.

La alegría duró poco y luego de un torneo irregular, volvió a la categoría inferior. Solo un año tardó en regresar y desde allí militó en la Primera División hasta este presente afianzado, creciendo y jugando copas internacionales.

La familia del “Bodeguero” se fue agrandando con el paso del tiempo. Hijos, nietos y biznietos fueron llevando en el corazón la divisa azul y blanca, como un legado único y un sentimiento hecho herencia.

Solo hubo un gran momento de tristeza en estos años de gloria deportiva y unión familiar. Una enfermedad terminal puso fin a la vida de una luchadora como Mercedes Salto, quien fue atendida hasta el último suspiro por el Doctor Gabriel Salto. Una escena que quedó grabada hasta para siempre, fueron esos últimos minutos, en los cuales, con las pocas fuerzas que le quedaba unió las manos de los gemelos y les hizo prometer, que harían lo imposible para que Gabriel perdone a “Tony” Trueba.

Y así se despidió…

Los hermanos y los primos siguieron en contacto. Formaron una Filial en Buenos Aires y organizaban los viajes para ver al “Tomba”. En uno de esos tantos encuentros, los más chicos y Javier organizaron un festejo en Mendoza para una fecha clave. El convite sería la noche del lunes 31 de mayo, en la finca de los Trueba, limitados por los protocolos de la pandemia, pero unidos desde el corazón. A las 23:58, Javier se subió a una silla flanqueado por Nahuel y Gabriela, sobrino e hija mayor, pidió un minuto y dijo:

“Quiero contarles cual fue el pedido de mi mamá antes de fallecer y queremos que – mirando el reloj – en un minuto se haga realidad. Toda la familia quiere que Tony y Gabriel comiencen este día especial con un abrazo que perdone todo lo ocurrido en el pasado”

Y comenzó la cuenta regresiva: diez, nueve, ocho y las miradas que comenzaron a cruzarse. Siete, seis, cinco, cuatro y los fuegos artificiales que comienzan a salir. Tres, dos, uno y un… ¡Feliz Centenario…!

Era el 1° de junio de 2021, en una Mendoza azotada por la pandemia.

Era un abrazo interminable y llanto conmovedor del viejo “Tony” Trueba y su hijo el Doctor Gabriel Salto.

Eran copas que chocaban. Era la memoria de Mercedes

Eran los cien años del “Bodeguero”, del Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba…


(Foto extraída de Internet)

Eduardo J. Quintana

Cuento inédito

ITG: eduardo.quintana961
Facebook y Twitter: @ejquintana010


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