-
Yo les dije que podía salir mal…
Fue la única frase que deslizó
Marcos en todo el día. Su bronca era incontenible, su desazón proporcional al
problema causado a sus amigos.
Minutos antes del partido con
Holanda y que, a la postre, clasificó a la Selección Nacional a semifinales,
Marcos fue a la panadería a comprar facturas para acompañar los mates en el
partido y se encontró con “Don Ventura”.
-
¿Cómo le va vecino?
-
Bien Don Ventura –mientras su mano
derecha se tomaba el testículo izquierdo- ¿Va a ver el partido?
-
Por supuesto y si gana, y pasa a la
semifinal, viajo a Catar.
Fue un baldazo de agua fría para
Marcos. Don Ventura, se llamaba Jorge Gómez, tenía alrededor de sesenta años y
fue apodado en el barrio como aquel personaje de mediados del siglo pasado de una
película llamada “Fúlmine”, protagonizada por Pepe Arias, un queridísimo actor
argentino. Así lo había bautizado el barrio, por decenas de acciones infortunadamente
negativas. Él parecía no sentirse afectado, ni entender el significado de lo
que rodeaba su apodo.
Marcos caminó los ochenta metros
de la panadería a su casa en otra órbita, con la mente en blanco, sin poder
determinar la magnitud de lo que había escuchado de la boca de Don Ventura: “si
gana, y pasa a la semifinal, viajo a Catar”
Lo habló con sus amigos del
barrio, hicieron todo lo que un “cabulero” haría, se vistió igual, se sentó en
el mismo lugar, comió las facturas, tomó mate, solo varió una cosa: escribió en
un papel “Jorge Gómez – Don Ventura” y lo metió en el freezer.
El “si gana y pasa a la semifinal”
dicho por Don Ventura podría ser un boomerang y había que contrarrestarlo. El
“si gana y pasa a la semifinal, viajo a Catar” sería cosa de estudiarlo,
consumado el partido con Holanda.
En cuatro horas, todo el pueblo
festejaba la victoria por penales y el paso a la siguiente ronda. Eran solo dos
pasos para la gloria, pero esa gloria podría ser pisoteada por las desventuras
de Don Ventura, si viajaba. Aquel “Fúlmine” de la película, este “Fúlmine” en
Catar.
El lunes, Marcos tenía diseñado
el plan que era muy arriesgado, pero infalible. Él personalmente se acercaría a
Don Ventura, para averiguar el día y el número de vuelo, se lo transmitiría a
Yiyo, uno de sus mejores amigos, para que prepare algo que demuestre que
viajaría en el mismo vuelo. Marcos, nuevamente, sería quien le acercaría la
propuesta de llevarlo al Aeropuerto de Ezeiza, el mismo día que a su amigo.
En la autopista, a la altura de
los bosques, Titi con su moto, aparearía al auto, me mostraría un arma de
juguete e instaría a desviarme del camino hacia la arboleda. Una vez allí le
pondríamos una bolsa en la cabeza y le sacaríamos el pasaje, para destruirlo
inmediatamente. Después al baúl y de allí a casa de Yiyo, que tenía el garaje
vacío y una habitación donde tenerlo unas horas, hasta que salga el último
vuelo a Catar.
Llegamos al garaje de Yiyo, quien
abrió el portón automático para ingresar directamente. Una vez en el interior,
bajaron a Don Ventura y lo llevaron a la habitación que estaba preparada con un
sillón esposas y cadenas. Ventanas tapadas con papel, luz muy tenue y un
ventilador de techo que removía el aire. Le quitaron la bolsa de la cabeza, le
colocaron una mordaza y una venda en los ojos. Lo dejaron solo.
-
Yo les dije que podía salir mal…
-
No entiendo –acota Titi- cómo se nos pudo
pasar por alto.
-
Boludos, somos tres boludos.
Con esa aseveración de Yiyo,
llegó el silencio. No se escuchaba nada, el lugar era hermético. Según los cálculos
de Marcos, irían treinta minutos del segundo tiempo y no había noticias. Ni
siquiera nos habían permitido tener una radio. Una potente explosión de júbilo,
que traspasó los muros, marcaba que, la semifinal de la Copa del Mundo, había
finalizado con victoria de la Selección Argentina frente a Croacia
Habían conseguido cumplir el
objetivo, Don Ventura, el negativo del barrio, no viajó a Catar y no había
cometido ninguna de sus tropelías maléficas.
El sueño de jugar la sexta final
de la Copa del Mundo para el país, justificaba todas las acciones programadas y
si no hubiese sido por el GPS de Don Ventura, Yiyo, Titi y Marcos, estarían
festejando el triunfo fuera de la celda…
Cuento inédito
IG: eduardo.quintana961
Facebook y Twitter: @ejquintana010
Hermoso cuento!!!!
ResponderEliminarMuy lindo!. Creer o reventar, que los mufas existen!. Abrazo grande desde Amenabar Santa Fé.
ResponderEliminarNo solo está bueno y con ingenioso desenlace, sino que se convierte en un homenaje a Fontanarrosa,
ResponderEliminar